25 de abril de 2024
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FIN DE SEMANA

El que fuera subdirector de 'Pueblo', recuerda para 'Elcierredigital.com' la figura del periodista fallecido y la de otros ilustres compañeros

Julio Merino rescata la mítica redacción de 'Pueblo' tras la muerte de José Luis Balbín

José Luis Balbín en 'La Clave'.
José Luis Balbín en 'La Clave'. / Julio Merina recuerda al periodista recientemente fallecido
Julio Merino, el que fuera subdirector de 'Pueblo', recuerda para 'Elcierredigital.com' la figura del periodista asturiano José Luis Balbín, recientemente fallecido, evocando los años en los que el creador de 'La Clave' era redactor del periódico vespertino del Sindicato Vertical. Homenajea así a uno de los grandes nombres del periodismo que nos ha dejado recientemente.

Conocí a José Luis Balbín el 22 de septiembre de 1959 en el salón de actos de la Facultad de Medicina, en la Ciudad Universitaria de Madrid, donde se celebraba el examen de Ingreso para la Escuela Oficial de Periodismo (EOP) en el que como vimos enseguida nos presentábamos los dos más otro amigo que iba con él. Los tres nos sentamos juntos y juntos hicimos el examen, y digo esto porque a escondidas nos copiamos los tres. O sea, él, José Luis Balbín Meana, Alfonso Calviño Castañón y yo. Ellos dos eran asturianos y compañeros de todo en Oviedo.

Bueno, el hecho es que Balbín aprobó y nosotros no y él ingresó aquel año y nosotros no pudimos hacerlo hasta el año siguiente. O sea que fuimos compañeros en la (EOP) pero de distintas promociones. Él terminó el año 63 y nosotros el 64.

Pero a esas alturas, nuestra amistad había crecido hasta límites insospechados gracias a que aquel curso y el siguiente vivimos juntos en el piso que alquilamos en el barrio de la Concepción (Virgen del Portillo nº 6). Después, nuestras vidas se separaron. Alfonso y yo nos fuimos a fundar el Diario SP que ponía en marcha el gran Rodrigo Royo, y Balbín, después de una pequeña etapa en una revista, entró en Pueblo. Y allí nos lo encontramos en junio de 1969 cuando Alfonso y yo entramos también en Pueblo. Pero él ya no estaba en la redacción de Madrid, estaba de corresponsal en Bonn, entonces capital de Alemania, y era ya un periodista de gran prestigio.

Eso sí, a esas alturas y todavía tan joven, ya era famoso por su carácter humorístico y por sus "espantás" (como las del Gallo torero). Pero, para hablar del Balbín de Pueblo lo mejor es que lean el artículo que escribí en mi "Baúl de los recuerdos" hace unos años, titulado Aquella prodigiosa redacción de Pueblo

"En aquella prodigiosa redacción de Pueblo estaba lo peor de cada casa, éramos unos golfos y unos bohemios, allí he conocido a los mejores, nada que ver con las redacciones actuales. Aquello era un garito, pero con una pasión por buscar la noticia que se mataba". Pues estas palabras de mi amigo Raúl del Pozo, vertidas en el libro que Jesús F Úbeda y Julio Valdeón han escrito sobre él y que yo recojo de las páginas de La Razón, han abierto de par en par mi "Baúl de los recuerdos". Porque da la casualidad que yo estaba allí y durante esos años, los más triunfales de aquel gran periódico que dirigía Emilio Romero, yo fui subdirector. O sea el "baranda" que tenía que lidiar con aquella pléyade de genios y figuras insustituibles, únicas.

Diario 'Pueblo'. 

Hoy, por ello, me van a permitir que les cuente algunas anécdotas que definen muy bien lo que fue aquel "garito" del que habla Raúl. Son cuatro anécdotas con nombres y apellidos que no he olvidado, ni podré olvidar mientras viva. La primera va unida al nombre de "Yale" (Felipe Navarro), el periodista cordobés, increíble reportero, único, como lo demuestra lo que hoy quiero recordar para completar lo que dice Raúl de que en aquel Pueblo se mataba por una noticia. Un día se presentó en la Redacción, y por tanto en mi despacho, con un reportaje asombroso: una familia, padre, madre y cuatro hijos, que vivían en un árbol, en el que se habían fabricado su propia vivienda con cuatro tablas y cuatro pieles de cabra. Increíble, pero cierto. Naturalmente aquella foto fue la portada de aquel día... y les juro que hoy me gustaría reproducir el texto que escribió (y además, el cabrón era el único que me ganaba al ajedrez en aquella redacción de grandes jugadores).

La segunda me saca del baúl a otro golfo, Felipe Mellizo, aquel corresponsal de Pueblo en Londres que escribía sus crónicas, las mejores que se publicaban en aquellas fechas en la prensa de Madrid, desde Villalba, el pueblo de la Sierra de Madrid donde tenía una pequeña casa... y el "affaire" se descubrió porque un día un ciudadano de la localidad se presentó en mi despacho asombrado y me hizo partícipe de su asombro, ya que suscriptor y lector de Pueblo se extrañaba de que don Felipe escribiese crónicas tan bonitas y reales de Londres estando en Villalba. ¡Dios y lo más gracioso es que yo mismo le felicité más de una vez y hasta don Emilio por la "realidad" de la capital inglesa que reflejaba desde lejos. Y no sigo, porque de Felipe Mellizo podría contar algunas más.

La tercera corresponde a otro famoso, el asturiano José Luis Balbín, aquel que se hizo después de su paso por Pueblo superfamoso con La Clave en Televisión Española. Estaba de corresponsal en Bonn (todavía la capital de la Alemania Federal) y, ciertamente, sus crónicas encantaban en España y muy en especial al gran jefe don Emilio. Pero un día, estalló un escándalo en el Gobierno, en plenas elecciones (las ganaría Willy Brandt) y de pronto, dejaron de llegar sus crónicas y don Emilio dio órdenes de que se le buscara por las buenas o por las malas por tierra, mar y aire...

Lo que resultó ser más difícil que localizar "al soldado Ryan", ya que así era José Luis, se había olvidado hasta de las Elecciones y se había ido a Budapest, que todavía estaba tras el telón de acero y naturalmente no había modo de localizarlo.

Ojo, que aquel gran Balbín no se había ido de turista, sino que siendo como era un verdadero especialista en la política y situación de los Estados Satélites de Moscú, fue a estudiar una posible Rebelión contra Moscú... y a pesar del cabreo del jefe se lo reconquistó, y nos reconquistó a todos, con el genial informe que hizo a su vuelta de la Alemania de Brand.

Y la cuarta, quizá la más llamativa y graciosa, fue la que vivimos con Raúl del Pozo (aprovecho para decir que yo tuve en Pueblo tres debilidades: José María García, Raúl del Pozo y Carmen Rigalt) cuando lo enviamos de corresponsal a Moscú (y en este caso digo "enviamos" porque recuerdo que una noche don Emilio me adelantó que quería enviar a Rusia a un corresponsal y que estaba dudando a quien podía designar, teniendo en cuenta que tenía que prestarle más atención a describir la Rusia de ese momento que al sistema político y al Gobierno... y los dos sin dudarlo soltamos el nombre de Raúl del Pozo), quizá también porque por aquellas fechas Raúl era el más comunista de la Redacción (bueno, de puertas afuera), y allá que se fue lleno de ilusión, eso es verdad, el bohemio a Moscú. Y en Moscú pasó algunos meses, pocos, pues al poco de llegar ya estaba mandándome recados angustiosos por el telex: "Merino, sácame de aquí, no aguanto más". Y mis respuestas, por indicación del propio don Emilio eran simples: "Enhorabuena, cabrón, el jefe dice que eres el mejor ¡y que sigas ahí!"... Y es que al margen de sus ideas, de sus genialidades, de la belleza de sus escritos, Raúl del Pozo, mi amigo, mi admirado, era tan comunista como Picasso y le ha gustado siempre vivir bien.

Y me quedan para otro día otras figuras que pasaron por aquel Pueblo de genios, el hoy gran escritor y gran periodista y Académico de la Lengua, Arturo Pérez Reverte, Julio Camarero y Vicente Talón. No se me olvidará nunca el día que don Emilio me "entregó" a Arturo con estas palabras: "Merino, este joven que nos viene de Cartagena, de la mano de nuestra amiga Luisa María, quiere ser periodista. En tus manos lo dejo". Hoy, aquel Arturito que enseguida conquistó a las fieras que había en la Redacción, dice cuando le preguntan por sus inicios periodísticos: Pueblo fue la mejor escuela de periodismo de España".

José Luis Balbín. 

Poco más puedo decir porque de él sé que van a escribir, a correr ríos de tinta, ya que, curiosamente, José Luis era amigo de todos y tenía amigos en todos los frentes. Sin embargo, no me callo el pleito que teníamos él y yo en los tribunales, era yo ya director del "Imparcial" y había fichado como Crítico de Televisión al admiradísimo Miguel Martín, el discípulo y biógrafo de Enrique Jardiel Poncela, que había sido director general de televisión y conocía ya Prado del Rey mejor que nadie, incluyendo las relaciones de Balbín con  La Clave.

Y como Miguel Martín comenzará a criticar los "tejemanejes" políticos y económicos del triunfante programa de José Luis, me llamó varias veces para que yo le dijera quien se escondía tras el pseudónimo que utilizaba don Miguel. Naturalmente yo me negué en redondo tantas veces como me llamó y él, terco como una mula, me llevó a los tribunales y el día del juicio oral (él y yo frente a frente) se dirigió al juez y le dijo:

"Señoría, quiero decirle antes de que hablemos este señor y yo, que por otra parte es amigo mío, que yo no estoy aquí para reclamar una satisfacción económica ni para cubrir mi vanidad... Señoría, yo sólo quiero saber quien se esconde detrás del pseudónimo que escribe sobre televisión en el periódico que dirige este señor. Yo sólo quiero saber quien es el hijodeputa que tanto sabe de mí y de mi programa".

Y entonces el juez tomó la palabra: "Pues, señor Balbín, si usted lo único que pretende es eso ya nos podemos marchar. Porque mi sentencia será favorable al silencio del señor Merino, el director de El Imparcial". Y aquel juicio terminó con la fabada que él, nuestro Alfonso Calviño y yo acabamos comiendo en "La Fugeya" del asturiano líder en salmones asturianos. Sí, ha muerto un gran periodista.

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