20 de abril de 2024
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FIN DE SEMANA

Se vistió de luces por primera vez en la localidad francesa de Mont de Marsan en 1994 y ahora vuelve a Las Ventas en la feria de otoño junto a Morante

Jose Ignacio Uceda Leal, un torero de Madrid hecho en el crisol de la dureza: "No entiendo la vida sin torear"

El Cierre Digital en José Ignacio Uceda Leal.
José Ignacio Uceda Leal.
José Ignacio Uceda Leal es uno de los grandes toreros madrileños del panorama taurino. Y también se le considera "el mejor estoqueador de la época contemporánea a la hora de ejecutar el volapié, incluso mejor que Joselito”. Uceda Leal se crio en los centros neurálgicos madrileños de lo taurino de la época. En una entrevista con 'El Cierre Digital', el torero cuenta sus inicios, sus miedos y sus impresiones sobre el arte del toreo.

Jose Ignacio Uceda Leal nació en Madrid el 21 de enero de 1977 y desarrolló su niñez en el castizo barrio de Usera. Contactó con el mundo taurino nada menos que en los centros neurálgicos de lo taurino madrileño de la época, como eran la Plaza de Santa Ana o la Casa de Campo, lo que influyó de manera decisiva en su toreo y la forma de sentirlo. Este sábado 8 de octubre volverá a Las Ventas en su corrida de la Feria de Otoño junto a Morante de la Puebla y Ángel Téllez.

Con tan solo catorce años, ingresó en la Escuela de Tauromaquia de Madrid, donde tuvo como maestros a Gregorio Sánchez y Faustino Inchausti «Tinín». Se vistió de luces por primera vez en mayo de 1994 en la localidad francesa de Mont de Marsan donde compartió cartel con Luis Miguel Encabo y Oliver Cause.

Tomó su alternativa el 3 de octubre de 1996, como no podía ser de otra manera, en la Monumental de Las Ventas de Madrid, con toros de la ganadería de Joaquín Núñez, en una tarde en la que tuvo como padrino nada menos que a Curro Romero y como testigo a Julio Aparicio, con un toro llamado «Golondrino» al que no le cortó ningún trofeo, pero sí consiguió la ovación del público. Desde entonces hasta hoy, más de setenta paseíllos le contemplan....

- Maestro, ¿quién es Jose Ignacio Uceda Leal?

- (Sonríe). Es muy difícil definirse a uno mismo, pero yo diría que soy una persona normal, amigo de mis amigos, con un alma sensible y que, sobre todo, aunque no esté vestido todo el día como tal, me siento torero. Llevo la filosofía de la vida torera a casi todos los aspectos de mi vida y lo hago porque pienso que los valores que he aprendido en mi vida profesional me han valido de mucho en mi vida personal. Hay una línea muy fina que separa a Jose Ignacio de Uceda Leal, pero ambas están muy unidas en mi vida.

- Al final, ¿quién manda en su vida, Jose Ignacio o Uceda Leal?

- Si quieres que te diga la vedad, depende de los momentos. Quizá suele mandar más el torero porque siempre digo que el torero salva al hombre y, en este caso, los valores que recibí en la escuela y en mi vida profesional como Uceda Leal han aportado mucho a Jose Ignacio. Piensa que no entiendo la vida sin torear y sin sentirme torero, porque los toreros somos personas muy sensibles, con nuestros miedos, preocupaciones y defectos. Pero, en muchas ocasiones, ante circunstancias de la vida, esa fuerza añadida de sentirte torero te hace superar o enfrentarlas de otra manera.

Jose Ignacio Uceda Leal y José Ignacio Herce Álvarez.

- Uceda Leal es ya “maestro”, pero también tuvo su época de aprendiz. ¿Cómo fue el inicio en la afición taurina?

- Tuve la suerte de nacer en una “casa muy aficionada”. Mi padre era un “enfermo” del toreo, mi tío Luis fue banderillero y todos los amigos de la familia estaban relacionados de una manera u otra con el mundo del toro. Todos los domingos, cuando no íbamos a los toros, mi padre me llevaba a la plaza de Santa Ana -que entonces era el centro neurálgico de la tauromaquia en Madrid- y allí conocí a banderilleros, picadores, toreros, reventas... En fin, el “todo” del mundo taurino. Como puedes ver, me he criado en el taurinismo más “castizo” de Madrid y luego, más adelante, cuando quise dar mis primeros pasos como torero, fui a la Casa de Campo, donde nos juntábamos los toreros de Madrid y donde reinaba un ambiente precioso. Fue en aquellos entornos donde sentí las ganas de formar parte de ese mundo, con esos hombres tan bien vestidos, con tanta grandeza y tanta elegancia... Y yo quería ser uno de ellos.

- ¿Y los primeros pasos en el mundo del toreo?

- Pues se los debo a un banderillero amigo de mi padre llamado Pacorro, que fue quien me enseñó a torear. Luego ingresé en la Escuela Taurina con Gregorio Sánchez y ahí empezó todo...

- Esos inicios, ¿fueron muy duros o las escuelas taurinas de alguna manera “suavizan” los comienzos? ¿Quizá el torero sale menos endurecido o encallecido ahora que en la época de las capeas?

- Yo te puedo hablar de mi época, de mi experiencia. Cierto es que en esta sociedad, con carácter general, todo se está dulcificando y no solo en las escuelas taurinas, ahora  todo es más amable... En mi época todo era más agrio, muy ácido, muy áspero. Quizá en la época de los maletillas y las capeas fuera todo más duro, pero piensa en que los maestros de la escuela venían precisamente de esa vida y eso lo trasladaban a la forma de enseñar, que era dura y a veces de mucha “hostilidad”. A esto se unía la que ya de por sí tenían los novillos de Madrid, que eran más toros que otra cosa... (Sonríe).

Tampoco hay que olvidar al público de Madrid, más torista, exigente y menos amable que, por ejemplo, el sevillano. Y eso, a un chico de 14 o 15 años que empieza, no le pone las cosas nada fáciles. Pero bueno, todo eso hace que los toreros de Madrid nos fundamos en un crisol muy duro y seamos transmisores de un concepto clásico y puro del toreo basado en esa dureza que se va transmitiendo de unos a otros.

- Díganos un recuerdo que le haya marcado de esa época.

- Con trece años, llevado por Pacorro cerca de Valdilecha, me tocó torear mi cuarto novillo, pero no era un novillo… Era un toro. En una plaza, con una fuente en medio, en cuesta, con los palos de las talanqueras... Me revolcó tres o cuatro veces, y matarlo en esas condiciones fue una prueba para saber si podía ser torero o no. Y como esa, otras muchas. Por eso te digo que fue una época dura.

Jose Ignacio Uceda Leal toreando.

- Pongamos que hablamos de Madrid... Como vamos viendo, usted se ha educado en una escuela muy del foro. ¿Hay una escuela madrileña?

- Por supuesto, y no tiene nada que ver ni con la castellana ni con la sevillana. El torero madrileño está entre ambas. Ni es tan sobrio como los de la castellana, ni tan “gracioso” como los de la sevillana. La nuestra es una escuela de toreros de “clase”, de calidad, sin alharacas, con elegancia. El medio hace al artista y Madrid es una ciudad elegante, con clase.

- En esta línea, en una ocasión afirmó: “Los toreros de Madrid somos toreros de clase, también un poco chulos... Mirarnos en los escaparates de la calle Serrano da mucha chulería”.

- ¿Seguro que dije eso…? (Ríe). La verdad es que tenemos mucha suerte de tener escaparates donde poder mirarnos de reojo al pasar y ver si vamos bien vestidos, con los riñones metidos y el pecho “ fuera” cuando vas caminando (ríe abiertamente). En cuanto a lo de la chulería, en Madrid tenemos una chulería natural, bien entendida, claro, no hay por qué ir pidiendo perdón por ser guapo o elegante... (Ríe). Lo cierto es que esta ciudad me ha influido en todo, hasta en la forma de vestirme.

- Hablando de Madrid, la ciudad también tiene su bohemia, y usted, maestro, me imagino que también la vivió… Porque afirmó: "Salíamos con los flamencos al tablao La Soleá, al lado del restaurante Lucía, por la Cava Baja. Eso es lo malo que tiene Madrid. El torero debe vivir de día, los artistas de otra índole lo hacen de noche”.

- (Sonríe). Todo en su justa medida es bueno, una cosa es la bohemia y otra la golfería, aunque la línea divisoria es muy fina, sobre todo a determinadas edades. Llevar esa vida diariamente, las malas compañías y todo lo que la rodea, te puede confundir, y el torero tiene que acostarse y levantarse pronto para entrenar. Si te pasas, te puedes perder como torero.

- ¿Nunca se nos fue la mano, maestro?

- Bueno, en tantos años ha habido de todo. Y claro que tenido mis momentos de debilidad, porque la verdad es que Madrid es muy atractivo, sobre todo por la noche, y más a ciertas edades. (Sonríe). Pero, como te dije, el torero salva al hombre, y es él quien pone orden. (Ríe).

Jose Ignacio Uceda Leal.

- Volviendo al tema taurino, usted también ha afirmado que de Despeñaperros hacia abajo se trata mejor al torero, que hay más sensibilidad con él.

- Yo siempre lo he visto así. A un jovencito sevillano se le ayuda más, se le sigue más, allí es todo más amable. Aquí es más acido, más duro, siempre va por delante el: "¡Veremos a ver que sale….!". (Ríe).

- Maestro, ¿qué es para usted el miedo?

- El miedo es un compañero de viaje que te acompaña desde que te inicias en esta profesión. Con el tiempo vas acostumbrándote a convivir con él, a gestionarlo. Algunas veces los miedos tienen un fundamento claro como es el miedo puramente físico -¡por qué negarlo si el toro es un animal que ya de por sí da miedo!- y otras veces es el miedo al fracaso, a no estar a la altura… El miedo escénico, en suma.

- ¿Cómo se combaten esos miedos?

Con la experiencia, con la madurez y con la seguridad en uno mismo. Pero te digo una cosa: igual que el fracaso, el miedo también es necesario para conocerse a uno mismo. Porque el miedo siempre se tiene, hay que aprender a gestionarlo porque se viven momentos muy al límite. Se tienen sensaciones muy difíciles y extremas de comprender si no se han vivido. Se pasa de la felicidad a una angustia que te ahoga. Cuando estás delante del toro, todo es plenitud, todo fluye... Es algo muy extraño, muy duro, pero muy bonito.

- ¿Qué siente cuando la faena no sale?

- Impotencia. Cuando voy a torear busco cuajar un toro, torear como yo siento y conforme a lo que se espera de mí, y cuando el toro no te lo permite o te pone dificultades, entonces sientes eso, impotencia. Eso, a veces el público no lo entiende y ves que no puedes hacer más de lo que estás haciendo y ahí, bajo mi punto de vista, hay un límite hasta donde puedes llegar. Cuando ves que el toro no te responde considero que es innecesario llegar a él, sobre todo cuando el toro te está marcando que te va a coger... Pienso que los toros que te cojan que sean los que estas toreando bien, los que son buenos.

- Cambiamos de tercio. Es fácil vivir el éxito, pero ¿le ha tocado vivir el fracaso?

- Si, muchas veces. El fracaso es necesario para conocerte a ti mismo, para saber de qué pasta estas hecho y, sobre todo, para aprender. El fracaso es muy necesario para saber en qué te has equivocado, para saber de quién estás rodeado y distinguir a los amigos… Es fundamental porque los fallos son tuyos y hay que corregirlos. Y eso cuesta mucho.

- ¿Alguno en especial?

- Varios. Mi carrera ha estado llena de altibajos y estoy acostumbrado a las luces y a las sombras. Alguna vez sí que he perdido la ilusión de no querer torear, sobre todo cuando pones mucha fe en una corrida y no te sale, pero a los pocos días te recuperas y sigues adelante. El toreo es una constante cura de humildad. Unas veces otro compañero te da un repaso, otras el toro no te sale...

- Maestro, ¿qué sensaciones hay cuando estás en el callejón a punto de hacer el paseíllo y se siente el 'run run' de la plaza?

- Una constelación de sentimientos que tú procuras que sean positivos. Es un momento de lucha interior, de apartar fantasmas de tu cabeza... Es un momento de incertidumbre, en el que solo deseas salir, coger el capote y ponerte a torear.

Jose Ignacio Uceda Leal.

- Tantos años viviendo Las Ventas, ¿ha notado cambios en la plaza de Madrid?

- La esencia no. Yo, la plaza de Madrid siempre la he conocido dura, a veces intransigente. Pero es así, y por eso quien triunfa aquí, quien es capaz de convencer a la cátedra, “puede funcionar”. Lo que sí he notado desde que tomé la alternativa hace ya veintiséis años es el cambio en los toros. Ahora son más grandes y astifinos, tienen más fuerza y se caen menos. Antes se echaban más toros para atrás.

- ¿Por qué se hace tan poco capote y tanta faena de muleta?

- Depende de las tardes... En general, el toro en Madrid es un toro que tiene una plaza muy grande, da muchas vueltas, sufre dos puyazos al menos. El toro pesa mucho y hay que tener en cuenta que muchas veces los toreros preferimos no “gastar” al toro con el capote esas quince o veinte arrancadas en pro de la muleta. Porque no olvides que, como se dice, “las orejas se ganan con la muleta”.

- Y para terminar, usted está considerado como uno de los mejores espadas del escalafón. Incluso se ha afirmado que es "el mejor estoqueador de la época contemporánea a la hora de ejecutar el volapié, incluso mejor que Joselito”. Ahí queda eso…

- Aquí no hay mejores ni peores, cada uno tenemos nuestro estilo. Yo los mato cuando puedo (sonríe), a mi estilo, dentro del toreo clásico por ser el más puro que existe. Yo tengo mi sello propio recordando a mis modelos, sin parecerme a nadie. A la hora de entrar a matar yo procuro matarlos despacio, con rectitud, con pureza... fijándome en toreros como Camino, Ortega, Manolete... Y sobre ellos he creado mi propia forma de matar.

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