25 de abril de 2024
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FIN DE SEMANA

La folclórica de la Transición que hizo historia y se convirtió en leyenda cumpliría ahora 76 años

Los secretos de Rocío Jurado: Una herencia mal llevada y su enemistad con Isabel Pantoja

Rocío Jurado.
Rocío Jurado.
Este mes de septiembre Rocío Jurado habría cumplido 76 años, pero un cáncer de páncreas acabó con su vida hace catorce. La Jurado fue un referente más allá de lo musical. Su vida se convirtió en un culebrón por capítulos comentados uno a uno. Su portentosa voz estuvo acompañada de una capacidad única de renovar el imaginario de la copla. Sus letras y su puesta en escena supusieron una ruptura con las folclóricas en el Olimpo de la canción española. Pero detrás de su leyenda hay muchos misterios.

Tenía algo Rocío Jurado de folclórica clásica pero también de ‘negraza’ del gospell. Nadie la definió mejor que Maruja Torres en Fotogramas: “Un clown travestido de España cañí”. Esto se escribió en 1972 y en esa época nadie sabía muy bien qué hacer con ella. Tenía una voz prodigiosa pero no cumplía con los estereotipos de la folclórica al uso. Luis Sanz, el productor con alma de mariliendres que conoció a todas las estrellas nacionales y fabricó algunas, quería convertirla a toda costa en starlet cinematográfica, pero sin éxito. El cine clásico folclórico estaba de capa caída y las moderneces de la época parecían no cuadrarle muy bien.

En la voz de Rocío el repertorio clásico de Juana Reina o Concha Piquer tenían punto de reproche, de poner pie en pared. Vamos, que ya estaba bien de Tatuaje y de buscar “errante por los puertos” a un gachó que había dicho aquello de “voy a por tabaco y no vuelvo”.

La Jurado tuvo que esperar a que en los albores de la Transición se cruzara en su camino el compositor Manuel Alejandro y así poder cantar lo que nunca una mujer había hecho. Sus canciones se llenaron de señoras que enarbolaron la bandera del "ahí te quedas" porque hacía mucho que no sentían nada al ver desnudos a sus maridos. Ya no había otras como en los tiempos de la Piquer. Ahora la otra hablaba de tú a tú a la señora legítima.

Rocío Jurado renovando el vestuario de la copla. 

No en vano en un momento de su carrera a Rocío se le identificó con un fenómeno muy de la época como ‘El Destape’ pero desde luego sus capacidades trascendían cualquier moda absurda por mucho que se vendiera de liberadora. Ya en los últimos coletazos de la dictadura de Francisco Franco, Rocío impactó con sus trajes. Cuando debutó en 1962 en Los Canasteros sorprendía y destacaba entre sus compañeras por el uso de trajes de un Pertegaz o un Herrero y Ollero. Diez años después, sus portentosos escotes desafiaban a la censura y su participación en el programa televisivo de José María Iñigo provocaban que el diario falangista Arriba clasificara su actuación como de “exhibición de taberna portuaria”. Y eso que en mitad del escote le plantaron un clavel reventón tamaño King size.

En lo que se refiere a destape puro y duro protagonizó La querida con y a las órdenes de Fernando Fernán Gómez. El que podía haber sido su mejor intento de triunfar como actriz se convirtió en un producto del pseudodestape descafeinando. Era como Ha nacido una estrella, pero en bragas. Los desnudos los realizó una doble de Rocío, pero la película no se libró de polémicas. Fue secuestrada por una frase que escandalizó. “En Andalucía a los 14 años ya somos mujeres. La que no ha estado con un tío es que es un marimacho y la que es tonta ya la han hecho una barriga”, decía en la película.

Rocío en una secuencia de 'La Querida'. 

Dos años después del estreno, un cara a cara televisivo con Lauren Postigo en Cantares Rocío abogaba por el “destape mental”. En 1981 en una entrevista en Fotogramas daba más pistas sobre a lo que se refería posicionándose a favor del divorcio y los homosexuales, mientras se declaraba feminista. Desde luego, algo impensable en las copleras de antaño.

Una vida de portada

Sin duda, Rocío Jurado tuvo desde el principio todos los números para convertirse en protagonista de las revistas del corazón. Empezó la casa por el tejado, casándose primero en Chipiona con el boxeador Pedro Carrasco, el 21 de mayo de 1976, en el templo de su adorada Virgen de Regla. Con separación en julio de 1989, divorcio, nulidad y una hija en común, Rocío Carrasco (nacida un año después de la boda), la vida le puso en el camino a su hombre ideal, José Ortega Cano. La cantante y el torero, seis años menor que ella, se conocieron en la fiesta del 46 cumpleaños de Rocío. "No sé muy bien explicar lo que pasó, pero lo que sí sé que acababa de conocerlo y no quería separarme de él, me apetecía seguir a su lado", confesó la cantante.

Pedro Carrasco y Rocío Jurado en su boda en 1976. 

Este amor la llevó de nuevo a la vicaría el 17 de febrero de 1995. La pareja se dio el 'sí quiero' ante 1.500 invitados en la finca sevillana 'La Yerbabuena', propiedad de la tonadillera. En 1999, el matrimonio aumentó la familia con la adopción de dos niños colombianos, José Fernando y Gloria Camila. La chipionera era, además, abuela de Rocío y David, hijos de la polémica unión de su hija Rocío Carrasco con el exguardia civil Antonio David Flores.

Otro capítulo importante de su faceta social fueron sus buenas relaciones con la prensa. Rocío era un personaje respetado en el mundo del corazón y ella, a su vez, cultivó esta querencia dando titulares 'gratis' al enjambre de 'paparazzi' que a menudo la seguían. Ejemplo de ello fue que después de ser operada de un cáncer, la cantante ofreció una multitudinaria rueda de prensa en el jardín de su casa para hablar de su enfermedad, sin evitar preguntas.

Rocío Jurado y José Ortega Cano durante su boda en Yerbabuena en 1995. 

Lo cierto es que la salud de Rocío Jurado siempre fue muy delicada. Padeció de nódulos en la garganta, fuertes hemorragias que a punto estuvieron de costarle la vida, alergias, depresiones y diversas afecciones en las cuerdas vocales. En cualquier caso, la cantante nunca negó sus males y supo contrarrestar el efecto de los rumores con su trabajo y atendiendo, con amabilidad y una justa dosis de divismo, los requerimientos de la prensa rosa. Toda una diva de las que ya no quedan.

Rocío Jurado e Isabel Pantoja, combate en la cumbre

En una vida como la de Rocío, no todo fue luz y gloria. En el combate por ser “la más grande” encontró a su némesis. Se trata, nada más y nada menos que de Isabel Pantoja. Las trayectorias de estas dos enemigas íntimas se desarrollaron en paralelo y las comparaciones, a menudo dañinas en el mundo del espectáculo, no tardaron en llegar.

El choque de estilos y sus paralelismos como iniciadoras de grandes sagas familiares las ligaron muy a su pesar. En una entrevista concedida en 1996 al programa de Telecinco ¡Qué me dices!, la sevillana no dudó en afirmar lo siguiente: “Yo no tengo amigas folclóricas” … ¿Quién más folclórica que La Chipionera? El lector podrá sacar sus propias conclusiones".

Los motivos de esta presunta enemistad hay que buscarlos en el pasado. Debemos remontarnos a la célebre Expo de 1992. Allí, en el Auditorio de la Cartuja de Sevilla, Jurado ofreció un espectáculo musical memorable junto a Nati Mistral, María Vida, Imperio Argentina y Juanita Reina. Ni rastro de Isabel Pantoja. ¿El motivo? Un presunto veto por parte de La Chipionera que Isabel no perdonaría nunca. Sin embargo, ésta no es la única justificación de la rivalidad entre las artistas.

Isabel Pantoja.

Otras voces señalan la intrusión de la locutora radiofónica Encarna Sánchez. Tanto Jurado como Pantoja pugnaron por su favor. El rifirrafe llegó como consecuencia de que Sánchez en un principio encumbrara a Rocío para después haberla desterrado a un segundo plano en favor de Isabel. Así lo entendió Rocío. Esta versión fue respaldada en 2009 por una voz más que conocida en el mundo del corazón, la de Rosa Benito, quien llegó a afirmar en el programa Sálvame que “Rocío tenía muy buena amistad con Isabel hasta que se mete la Sánchez”.

Tampoco habría hecho mucha gracia a Isabel el título del álbum que Rocío publicó en 2001: “La más grande”. La de Cantora no se mordió la lengua al respecto: “La mejor es la que vende más y aquí la que más vendo soy yo”, sentenciaba.

La herencia de Rocío, una fuente de titulares

Antes de morir, la gaditana trató de repartir lo mejor que pudo su fortuna, valorada en siete millones de euros. Rocío Carrasco fue nombrada heredera universal de su patrimonio musical, pero no fue lo único que La Chipionera legó a Rociíto, pues esta pasó a poseer varios inmuebles que poseía su madre (apartamento en Miami, finca en Chipiona…), además de la cantidad proporcional de la venta de la vivienda de La Moraleja, que “la más grande” repartió a partes iguales entre sus tres hijos; José Fernando, Rocío y Gloria Camila. La mala relación entre los hermanos es de sobra conocida y ha sido aireada.

Amador Mohedano y Rosa Benito.

En cuanto a la finca de Los Naranjos, que dejó para Amador y Gloria Mohedano, al final también se dividió entre sus hijos para cumplir con la legítima. No obstante, tras años de lucha judicial, los tres vástagos de Rocío renunciaron a la finca, que quedó en poder de Amador y Gloria Mohedano.

En 2018, Amador, obligado por sus problemas económicos, estuvo a punto de subastar el inmueble, que aun hoy sigue envuelto en polémica por un cambio de estatus del mismo de finca urbana a rústica que le otorga un valor superior al que tenía inicialmente. En cualquier caso, fuera del reparto se quedaban los nietos de Rocío, David y Rocío Flores. Lo cierto es que la brutal lucha por la herencia de “la más grande” ha sepultado los vínculos familiares del clan, que ahora parecen solo un recuerdo.

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