25 de abril de 2024
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FIN DE SEMANA

Sir Drake mermó la Armada Invencible de Felipe II, sirviendo como corsario a las órdenes de la reina Isabel I de la dinastía Tudor

Las correrías de Francis Drake: El pirata inglés que desafió al Imperio Español

Las masivas batallas navales fueron frecuentes entre la Monarquía Hispánica y sus enemigos durante el siglo XVI.
Las masivas batallas navales fueron frecuentes entre la Monarquía Hispánica y sus enemigos durante el siglo XVI.
La enemistad entre la Monarquía Hispana y el reino de Inglaterra se recrudeció durante el siglo XVI. Durante esta centuria ambos contendientes se enfrentaron en infinidad de ocasiones, especialmente vía marítima. En este contexto, destacó Francis Drake, nuestro protagonista de hoy. A continuación, recordamos su figura, amada y odiada a partes iguales por ingleses y españoles.

El siglo XVI fue sin duda la centuria de más brillantez en la historia de la Monarquía Hispánica. Los monarcas de la dinastía Habsburgo pugnaban con el papado por la supremacía del mundo católico y los temidos tercios no hallaban rival, llevando la cruz de Borgoña por los escenarios bélicos de toda Europa.

Por si fuera poco, en el “Nuevo Mundo”, al que Colón había llegado durante el reinado de los Reyes Católicos, el poderío hispánico estaba cada vez más consolidado y las remesas de las Indias llegaban con regularidad a territorio peninsular. El dominio era tal que se llegó a plantear la posibilidad de la conquista de China, una opción que se desestimó a consecuencia de la inviabilidad económica, logística y militar de una empresa de tal entidad.

Este fue el contexto en el que vivió nuestro protagonista de hoy, el afamado corsario sir Francis Drake. Este marino inglés nacido en Devon fue uno de los quebraderos de cabeza de Felipe II. Dedicó buena parte de su vida a hostigar a los navíos españoles apoyado por la mismísima reina de Inglaterra, Isabel I, y hay voces que apuntan a que fueron sus exploraciones las que sentaron las bases de la posterior expansión del Imperio Británico.

Ilustración de Francis Drake.

Los inicios de Drake están asociados a la mar desde muy temprana edad. Él fue el mayor de doce hermanos y su padre le buscó un empleo como grumete al servicio de un pequeño comerciante que utilizaba una barca como medio de transporte. Desde los 13 a los 20 años, Francis Drake se convirtió en un hábil marino.

A lo largo de este periodo, tuvo un mentor que también pasaría a la posteridad, aunque por otros motivos. Se trata del capitán John Hawkins, un emprendedor del momento que alcanzaría la fama comerciando con esclavos africanos, práctica que se haría cada vez más frecuente.

Hawkins y Drake, que eran primos segundos, cultivaron una relación muy cercana. El primero le mostró al segundo los entresijos de la piratería y todo su cocimiento en navegación. Drake tomó nota y en 1558 comienza a actuar por su cuenta. Pronto abandonó su respetable etapa como marino mercante y comenzó a frecuentar la costa guineana, donde su primo prosperaba como traficante de esclavos.

De pirata a corsario

En cualquier caso, su primera gran aventura llega con su asociación con el capitán John Lovel. En 1565 ambos dirigieron un cargamento de contrabando hacia el Caribe. La misión no acabaría bien, pues los españoles requisaron el cargamento frustrando sus ambiciones por primera vez. Algo parecido pasaría tres años más tarde cuando, junto con su primo fue derrotado en el litoral mexicano nuevamente por los navíos hispánicos.

En 1569 Drake consiguió llegar a duras penas a Inglaterra a bordo de “Judith”, una pequeña embarcación. Su frustración era grande. Los españoles impedían una vez tras otra su enriquecimiento. Por tanto, su odio hacia la Monarquía de Felipe II no hacía más que crecer. Pese a sus continuos fracasos, sus acciones no pasaron inadvertidas para la reina de Inglaterra, Isabel I, determinada a enfrentarse al poderío hispánico. Durante los años sucesivos, Drake se dedicó a recomponerse y volvió a las Indias Occidentales para recabar información que pudiera serle útil después.

Felipe II fue el monarca más poderoso de su época.

En 1572 se le concedió el estatus de corsario, en virtud del cual quedaba autorizado para saquear dominios españoles en nombre de Inglaterra. Así las cosas, dirigió dos pequeños barcos hacia Nombre de Dios, en el istmo de Panamá. El ataque fue rechazado, pero esta vez Drake y sus hombres escaparon con un importante botín de plata. Antes de huir, alcanzó a ver el Océano Pacífico por primera vez, donde solo podían navegar barcos españoles.

Sea como fuere, el regreso a su tierra fue triunfal. Todo el mundo conocía la última hazaña del ahora rico corsario sir Francis Drake. Sin embargo, Isabel I había tejido una frágil paz con Felipe II. Esta circunstancia impidió un apoyo real más decidido al pirata en los años sucesivos.

Un viaje legendario

Su fama se apaciguó hasta 1577, cuando fue elegido para explorar las aguas que se extienden más allá del Estrecho de Magallanes. En esta ocasión, la reina ofreció su respaldo a la empresa. De hecho, tenía carta blanca para hostigar cuanto quisiera a los españoles y llegado el caso, beneficiarse personalmente de los frutos de la expedición.

Con una flotilla de cinco barcos, arrancó la nueva aventura. Por diversas circunstancias, solo la embarcación de Drake consiguió remontar la costa sur de América a través del Pacífico. Aun así, saqueó a placer los desprotegidos barcos mercantes fieles a la monarquía hispánica. Navegó a la altura de las actuales Vancouver y San Francisco para, posteriormente llegar a las Molucas pasando por Filipinas. Después, llegó al cabo de Buena Esperanza y volvió al Atlántico. Habían pasado dos años y poco quedaba ya de la tripulación original. No importaba. Acababa de lograr una proeza descomunal.

Isabel I nombra a Drake caballero.

En 1581 fue nombrado alcalde de Plymouth y caballero por sus servicios a la Corona inglesa. Era un héroe y, como tal, en 1585, Isabel I lo utilizó como paladín en su guerra contra la Monarquía Hispánica. La consigna era clara, tenía que mermar tanto como pudiera el imperio ultramarino de Felipe II.

Y Drake cumpliría con gusto su misión. Bayona, Canarias, Santiago, Cartagena de Indias, San Agustín, Santo Domingo… los saqueos, incendios y ataques a enclaves españoles fueron constantes, pese a alguna derrota como la provocada por enconadas resistencias como la de Vigo. Incluso los ingleses menos partidarios de Drake por su condición de advenedizo y su inexperiencia en menesteres cortesanos reconocieron su labor.  

Azote de la Armada Invencible

Por todos es conocido el episodio de la llamada Armada Invencible. Felipe II preparó una descomunal flota para invadir Inglaterra y deshacerse por fin de ese incómodo reino rival que trataba de arañar la inquebrantable supremacía española. Isabel I no dudó en utilizar su mayor activo en la mar y volvió a confiar en Drake para minar en la medida de lo posible la flota hispánica.

El ataque del corsario inglés a Cádiz es uno de los momentos de más fama en el contexto de estos enfrentamientos. Y es que “Draco”, como le conocían los súbditos de Felipe II, una criatura que consideraban abominable y enemiga del catolicismo, destruyó embarcaciones y suministros a placer y, no contento con ello, dirigió posteriormente sus barcos hacia Lisboa y las Azores, donde siguió con la escabechina. Como él mismo solía afirmar, había “chamuscado la barba al rey de España”. Su misión fue tan exitosa que el ataque de la Armada Invencible no llegaría hasta un año más tarde.

La derrota de la Armada Invencible fue reflejada en un cuadro pintado por Philippe-Jacques de Loutherbourg.

Pero los recursos de la Monarquía Hispánica eran inagotables y la temida hora del combate había llegado. Los ingleses contenían la respiración ante un ataque que amenazaba con dinamitar su reino. Un cúmulo de desgracias frustrarían la intentona de la Armada. La participación de Drake en la batalla es un asunto que está a caballo entre la realidad y la leyenda. La historiografía inglesa apunta a un papel heroico del corsario en las hostilidades, habiendo capturado naves enemigas como la del célebre militar Pedro de Valdés, un hecho que no está confirmado.

Un triste final

Los últimos años de vida del corsario inglés estuvieron marcados por la derrota. Sus fuerzas serían derrotadas en La Coruña en el contexto de la llamada “Contraarmada” organizada por los ingleses a imagen y semejanza de la Armada Invencible. Lo mismo le sucedería en las islas Azores. Consumido por el fracaso y el ostracismo al que había sido condenado, convenció a la reina para dirigir una nueva expedición a las Indias Occidentales con el objetivo de establecer una base inglesa que amenazara la hegemonía de la América española.

Fue un desastre. Prácticamente todas las acciones que emprendió resultaron ser erróneas y él mismo acabaría falleciendo a causa de la disentería. Su leyenda, no obstante, permanecería viva con el paso de los siglos. Para los españoles de la época, Francis Drake fue siempre el gran antihéroe, dotado de poderes diabólicos, algo que se plasmó en la literatura del momento. Sin embargo, para los ingleses Drake encarnaría la viva imagen de un pueblo que se resignó a doblegarse ante un enemigo muy superior. En definitiva, Drake representaba el orgullo inglés en su máxima expresión.

 

 

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