28 de marzo de 2024
|
Buscar
FIN DE SEMANA

El fundador del PP fue el promotor de la Ley de Prensa e Imprenta de 1966, una disposición que marcó un antes y un después en el régimen franquista

Quince años del adiós de Fraga a la política: La historia del gran mito de la derecha española

Manuel Fraga.
Manuel Fraga.
A finales de agosto de 2005, Manuel Fraga dejaba la militancia del Partido Popular, una formación en cuya génesis había sido fundamental. Fraga desarrolló su carrera política durante más de 60 años. En un principio, encarnó el ala más aperturista del régimen franquista. Posteriormente, representó a la derecha católica durante la Transición y las primeras décadas de la democracia. Su figura no deja indiferente a nadie. Hoy, repasamos su trayectoria.

Corría el verano de 2005. El Partido Popular (PP) había organizado un acto en la localidad de Ribadumia (Pontevedra). Era un evento de despedida, en el que el mítico Manuel Fraga Iribarne, querido y odiado a partes iguales, haría su último baño de masas antes de dejar definitivamente el partido político, que él mismo había fundado 16 años antes, al año siguiente.

El político gallego todavía viviría siete años más y no solo eso, sino que también seguiría en activo en el sibilino mundo de la política hasta septiembre de 2011. Poco más de un año después, fallecía en su casa de Madrid a consecuencia de un paro cardiaco.

El comienzo de la dilatadísima trayectoria de este gallego nacido en Villalba (Lugo) hay que buscarlo, curiosamente, en pleno mar del Caribe. Cuba vio prosperar al padre de nuestro protagonista, Manuel Fraga Bello. Este campesino oriundo de Galicia se trasladó al otro lado del mundo en busca de un porvenir y, sin duda, lo encontró.

En tierra caribeña aprendió a leer, creó un negocio y conoció a la que se convertiría en su esposa, María Iribarne Duboix, mujer profundamente católica con la que tuvo 12 hijos. El mayor, Manuel. En 1928 regresaron a España. A continuación, Manuel padre fue nombrado alcalde de Villalba durante la dictadura de Primo de Rivera.

Durante los siguientes años, el carácter de Fraga se fraguó en un ambiente conservador, católico y en el que imperaba una férrea disciplina. Su formación se fue desarrollando a fuego lento. Con el estallido de la Guerra Civil, fue internado en un colegio de Lugo. Allí, como una aparición mesiánica, fue cuando vio por primera vez al dictador Francisco Franco, a quien profesaba una gran admiración.

Su identificación con la ideología del Movimiento era total. En palabras de Fraga, el “caudillo” fue “el mayor y el más representativos de los españoles del siglo XX y uno de los mejores gobernantes que hemos tenido en nuestra historia”.

Francisco Franco y Manuel Fraga.

Influido por su entorno más cercano y, especialmente, por su madre, Manuel llegó a ser un hombre extremadamente religioso, hasta el punto de que se planteó ser cura, pero el destino le tenía reservado otro papel. Decidió estudiar Derecho en la Universidad de Santiago de Compostela y pronto se convirtió en un universitario ejemplar. Poco después, se trasladó a la Universidad Complutense de Madrid.

Como prueba su licenciatura con premio extraordinario en 1944, su éxito en el mundo académico era incuestionable. Doctor en Ciencias Políticas y Económicas, letrado de las Cortes Españolas (fue número uno en la oposición para acceder a la Escuela Diplomática), catedrático en Derecho Político, catedrático de Teoría del Estado y Derecho Constitucional… Manuel parecía tener el triunfo por sistema. En lo personal, en 1948 conocía a la que se iba a convertir en su mujer, la menuda María del Carmen Estévez, con la que tendría cinco hijos.

Inicios en política

En los años de apogeo del franquismo, el movimiento católico pretendía acometer una tímida reapertura. Para ello, seleccionaron a profesores afines al Movimiento que pudieran dar un soplo de aire fresco al Ministerio de Educación. El nuevo secretario del Consejo Nacional de Educación sería precisamente Manuel Fraga, que hasta entonces había ejercido como secretario del Instituto Nacional de Cultura Hispánica.

La jugada no hizo ninguna gracia a los falangistas, que veían con escepticismo que el nuevo equipo quisiera elevar el nivel intelectual de la población. Tal fue su rechazo que Fraga se vio obligado a renunciar y no dudó en hacerse falangista para aprovechar al máximo las oportunidades que le ofrecía el régimen. Su aperturismo lo iría gestando desde la sombra.

Cuando se le nombró subdirector del Instituto de Estudios Políticos, dio una serie de conferencias en las que fue plantando la semilla de una tímida apertura política, una semilla que germinaría con el tiempo. La Delegación Nacional de Asociaciones fue su paso definitivo a la primera línea de la política española.

Huelga minera de 1962.

El contubernio de Múnich y la huelga minera de 1962 forzaron al régimen a mostrar cierta flexibilidad. Los sectores que defendían una cuota de apertura cobraron protagonismo. Era el escenario perfecto para el político gallego, que se movió como pez en el agua. Sus ambiciones se canalizaron a través de un estatus que se le concedió en el gobierno “desarrollista” de 1962, el de Ministro de Información y Turismo.

Una ley trascendental, una foto con truco y la seducción de una estrella de Hollywood

Fraga era la estrella más brillante del nuevo gobierno. Encarnaba la faceta más abierta de un sistema aun dictatorial gracias a un dominio innegable de las relaciones públicas. Su medida más recordada sería indudablemente la Ley de Prensa e Imprenta de 1966, aprobada sin el beneplácito de Carrero Blanco, todo un parteaguas en el mundo de la comunicación.

La censura previa era abolida y la llamada “institucionalización del régimen” estaba en marcha. El político gallego era toda una celebridad. Controlaba la televisión y por todos era sabido su gusto por la caza y la gastronomía. Consciente del potencial vacacional de nuestro país, hizo hincapié en la promoción del turismo y, además, protagonizó una serie de episodios impensables en el franquismo de años precedentes.

Uno de los más memorables fue la foto falsa que se tomó con el embajador norteamericano en España, Angier Biddle Duke, supuestamente en la playa almeriense de Palomares. El motivo del engaño era demostrar que este lugar era seguro y estaba libre de radiación, pues allí había tenido lugar previamente un accidente nuclear. Este estaría relacionado con dos aeronaves norteamericanas que habían colisionado en pleno vuelo liberando varias bombas de hidrógeno.  

Foto trucada de Fraga en la playa de Palomares.

Una de ellas se hundió a varios metros de profundidad y fue recuperada finalmente por el buque de la Armada USS Petrel. A los periodistas se les permitió fotografiarlo al día siguiente. Según el New York Times, era la primera vez que el Ejército de los Estados Unidos mostraba un arma nuclear al público. El plutonio que el arma pudo liberar aun es motivo de una controversia que ya fue analizada por elcierredigital.com.

Otra anécdota de sus años como Ministro de Información y Turismo llegaría con la incómoda presencia de la actriz Ava Gardner en Madrid. Su estilo de vida desenfrenado y libertino en la capital irritaba a muchos miembros del régimen, que veían en la diva un ejemplo de transgresión y desobediencia. Cuando la presión de personajes como el dictador argentino exiliado en España, Juan Domingo Perón, fue más asfixiante, Fraga mandó llamar a la estrella para ofrecerle una rebaja en la multa que se le había impuesto por su comportamiento. Lo que sucedió a continuación está envuelto en la leyenda.

Ava Gardner fue todo un icono de la belleza. 

En el libro Ciclón Fraga, de Pilar Cernuda, se deja entre líneas que la actriz se insinuó al ministro para eludir esta sanción económica. La presunta escena de Fraga, adalid del tradicionalismo y los valores más conservadores de la religión católica, siendo seducido por la despampanante Gardner habría provocado un cortocircuito en la mente de cualquier español de la época.

Pero nada dura para siempre. Tras siete años en los que Fraga colaboró orgulloso a las órdenes de Franco, su enfrentamiento con el Opus Dei y en particular con Laureano López Rodó fue la puntilla a su etapa como ministro. A partir de entonces, retomaría su actividad docente aguardando paciente un momento que, tarde o temprano, tenía que llegar.

Padre de la constitución, líder de la derecha sociológica y profeta en su tierra

Con la muerte del general Franco en 1975, Fraga desempeñó funciones de vicepresidente en el frágil gobierno de Arias Navarro. Valiéndose de este estatus, continuó flexibilizando el régimen a través de la legalización de partidos y asociaciones políticas prohibidas hasta la fecha. Su imagen, no obstante, se deterioraba a medida que el régimen franquista se desmoronaba. Los sucesos de Vitoria y Montejurra no le ayudaron en este sentido, como tampoco lo hizo su estancia como embajador en Londres, momento que sus rivales políticos aprovecharon consensuar decisiones con las que sabían que no estaría de acuerdo.

Con las elecciones de 1977, Fraga decide formar Alianza Popular (AP), embrión del actual Partido Popular, y se convierte en uno de los padres de la Constitución de 1978, la norma fundamental que reglamentaría el juego político en España a partir de entonces. Aunque AP pretendía unificar la derecha democrática del país, tras casi 40 años de dictadura, la gente pedía cambios.

Fraga es uno de los padres de la Constitución Española.

Los resultados electorales de esta formación no fueron buenos y Fraga entraba y salía de la presidencia de la misma con frecuencia. Aliados y enemigos le recriminaban su pasado franquista, una losa de la que nunca pudo deshacerse del todo. Por ende, a mediados de los años 80 cedió el liderazgo del partido a Hernández Mancha y pasó a ser diputado en el Parlamento Europeo. Regresaría poco después para dirigir la refundación de Alianza Popular en el Partido Popular y entregar las llaves de la formación a José María Aznar.

Después de esto, Fraga centró el foco de su interés en la tierra que le vio nacer: Galicia. En esta comunidad, sus paisanos le entregaron su confianza electoral durante nada menos que quince años. Victoria tras victoria en todos los comicios autonómicos en que tomó parte hasta 2005, cuando se retiró del PP.

A lo largo de toda su trayectoria, defendió un galleguismo dentro de las fronteras españolas: “Se puede ser galleguista sin ser nacionalista, que es una traición a España y a la Constitución”.

Manuel Fraga en su última etapa.

Sus opiniones en ciertos temas que empezaban a replantearse en los últimos años de su vida son bastante controvertidas. Del franquismo declaró en 2007 que “ha sentado las bases para una España con más orden”. Creía firmemente en institución de la monarquía, y agradeció al actual rey emérito en varias ocasiones su labor: “Muchas gracias por lo que ha hecho por España”, declaró.

Especialmente polémica es su posición respecto de la homosexualidad. En 2004, afirmó que “es una anomalía y, por lo tanto, pasar de la persecución que hubo es su día, que era una equivocación, al orgullo gay es otra tremenda equivocación”. Sea como fuere, las opiniones sobre él son muy dispares. Como suele ocurrir en estos casos, sus detractores le han criticado sin piedad al tiempo que sus más acérrimos seguidores le han defendido sin medida.

Después de haber dedicado a la política española más de 60 años de su vida, escribir más de 80 libros y ser reconocido con incontables condecoraciones y reconocimientos, en enero de 2012 perecía finalmente, dejando tras de sí un legado de gran valor en la derecha gallega y española. Sin duda, Fraga es una de las grandes personalidades de la historia política de nuestro país.

COMPARTIR: