29 de marzo de 2024
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FIN DE SEMANA

EL CONOCIDO DIESTRO SEVILLANO, AHORA APODERADO, CREE QUE DESPUÉS DE LA ACTUAL CRISIS HABRÁ QUE RECONVERTIR EL SECTOR TAURINO Y "SER MÁS HUMILDES"

Tomás Campuzano, torero: "El peor momento de mi carrera fue el día después de morir 'El Yiyo'"

Tomás Campuzano.
Tomás Campuzano.
El 24 de abril se cumplieron 41 años desde que tomara la alternativa y por ese motivo, Tomás Campuzano decidió hacer balance de su vida y de su trayectoria. Ese día tan importante para él, se licenció en la Plaza de Toros de la Real Maestranza de Sevilla, actuando como padrino Curro Romero, con 'El Viti' como testigo y con toros de Manolo González. Ahora se sincera ante José Ignacio Herce Álvarez.

Maestro, no fue mal comienzo ¿no?

Eso fue de máximo lujo o como se suele decir, de máxima categoría (sonríe).

Y ¿qué se siente en ese momento ante semejantes “monstruos” del toreo?

Emoción, mucha emoción. Piensa que tener un cartel de lujo ese día como a mí me sucedió, es el sueño de todo chavalillo que quiere ser torero… ¡eso es lo más grande!

¿Qué se siente en un momento como ese?

Muchos, muchos nervios. Recuerdo cuando iba haciendo el paseíllo con esos dos “monstruos”, que yo ni me lo creía, era un sueño …hacerme matador de toros, imagínate.

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Maestro, ¿quién es Tomás Rodríguez Pérez?

Hombreeee, (ríe) ese era un chiquillo que vivía en el campo con su familia, guardando rebaños de ovejas, sentado en una cuneta viendo pasar los coches, mirando el horizonte y preguntándose a dónde irían porque para él allí se acababa el mundo… Un chico con muchas inquietudes y deseos de saber qué había más allá.

Esa vida en el campo, cerca de fincas como las del Marqués de Albaserrada y Lora Sangrán, unida a una gran afición de su padre y a que 5 hermanos se dedicaran al mundo del toro, ¿fue lo que le impulso a hacerse matador de toros?

Yo no pensaba que mi vocación fuera ser torero, sentía que me gustaba, veía los tentaderos de las fincas de al lado, a los toreros, cómo llegaban en sus coches y toda la parafernalia de capotes y el color que lo rodeaba, pero no tenía verdadera vocación y sobre todo lo que sí tenía era mucho, mucho miedo (ríe). 

¿Cómo se lanza a este mundo?

Mira, mi primera experiencia fue en una fiesta campera acompañando a mi hermano en la que, casi a la fuerza, me pusieron delante de una becerrilla que me revolcó varias veces. Pero yo no desistía por la rabia de querer dominar al animal y me levantaba y me volteaba otra vez, pero mi hermano me iba indicando lo que debía de hacer y, al ver que pasaba la becerra y que con inteligencia para prever los movimientos de los animales y con técnica se podía dominar al animal, eso fue lo que me despertó el gusanillo, pero nunca tuve la intención de ser torero.

¿Y cuándo decide lanzarse a este mundo del toreo?

Cuando siento ese deseo tenía ya unos diecisiete años y coincidió con la alternativa de mi hermano, aquello me impactó de verdad. Pensé que, si los dos hemos salido del campo y él ha llegado a ser matador de toros, yo también podría hacerlo o al menos, intentarlo. Ahí deje de ser Tomas Rodríguez Pérez y nació Tomás Campuzano.

¿Cuál ha sido su relación con el miedo?

Fíjate si tenía pavor a estos animales que cuando iba a hacer los “mandaos”, para no atravesar la finca de Albaserrada, daba un rodeo de más de tres kilómetros... no te digo más (ríe). Pero desde la célebre becerra aprendí que el miedo tienes que vencerlo con inteligencia, porque no nos engañemos, todos los toreros lo tenemos porque somos humanos y tenemos el instinto de conservación.

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Al miedo hay que dominarlo, decirle “aguántate, quédate ahí quieto que tengo que hacer esto y tengo que demostrarme a mí mismo que soy capaz de hacerlo”, ese era mi día a día, demostrarme que dominaba mi miedo aun teniéndolo muchas tardes, eso sí, con una sonrisa para disimularlo (ríe).

¿Qué se siente cuanto ves que vienen hacia ti quinientos kilos de toro?

Eso es tremendo. Date cuenta que cuando se te arranca un toro, desde lejos ya te viene avisando y cuatro o cinco metros antes de llegar te van llegando a las espinillas y los tobillos los “chinos”, que viene lanzando con las manos y notas que ese vagón de tren se te viene encima, pero no te queda otra que tener la certeza de que tú vas a dominar aquello, aunque también tienes la incertidumbre en los primeros pases porque no sabes por donde va embestir.

Hay que tener la mente muy fría, estar muy concentrado. El torero debe olvidarse de sí mismo, no puede pensar en que el toro le va a cornear, debe de reaccionar con todos los sentidos en décimas de segundo para ir siempre por delante de él… si no haces eso, eres hombre muerto.

En alguna ocasión habrá pensado:  "de esta, no salgo".

He visto muchos momentos en que el toro me iba a echar mano, que me iba a pegar la cornada. De hecho, en Zaragoza tuve mi primera gran cornada de cuarenta y nueve centímetros que casi me abre en canal, y yo esperaba que me la fuera a pegar porque el toro me había avisado varias veces y, pese a ello, seguía pensando en triunfar a toda costa… hasta que me pegó este cornalón tremendo.

¿Qué se siente cuando se está en el callejón y se escucha ese murmullo ensordecedor de la plaza….?

Ese runrún te cohíbe mucho. Si no eres fuerte de carácter, si no tienes claro a dónde quieres llegar, cuando estás ahí, con el capote esperando a que empiece aquello, ese murmullo te puede. Yo, todas las tardes solo pensaba en que tenía que tirar para adelante, que me debía a un público que había pagado para verme y que se tenían que ir contentos y hablando de Tomás Campuzano, si no de lo bien que lo había hecho, sí al menos de que lo había intentado.

Cuando se está en medio del ruedo desde donde se oye todo, ¿qué se siente cuando algún impresentable le pide jugarse la vida?

Hay que ser muy frío porque como bien dices, se oye todo y sabes que a veces te lo dicen para herirte, pero piensas que son una minoría y que lo que importa es el resto. No obstante, sí es verdad que algunas veces te hieren mucho, te duelen de verdad, pero mira, yo en vez de volverme y dialogar con estas personas, dialogaba con el toro y le decía “venga, ayúdame, y verás cómo vamos a triunfar y vamos a callar a ese que está gritando”. Tampoco te voy a negar que alguna vez sí me he enfrentado porque soy humano y al menos exijo un respeto ya que me estoy jugando la vida.

Ha tenido cogidas fuertes. ¿Cómo se puede volver a poner delante de un animal que te ha llevado a las puertas de la muerte?

Yo, cuando iba a la plaza, siempre tenía muy claro que el toro me podía pegar una cornada e incluso matar. En esos momentos previos en los que estás “tranquilo” en el hotel es donde se te vienen muchos pensamientos y es ahí donde tienes que tener la capacidad para no desconcentrarte, tener claro hasta dónde quieres llegar y como no puede ser de otra manera, te viene la preocupación por la cornada.

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Una vez que te ha pegado la cornada, si el torero sabe por qué ha sido, a la mañana siguiente te levantas en el hospital loco por volverte a poner delante del toro para remediar el error que tuviste en ese momento. Yo, después de la de Zaragoza que te he contado, al día siguiente estaba “feliz” con mi cornada y deseando saber si el toro me había quitado el valor o no, así que, al mes justo, estaba toreando otra vez y cortando dos orejas, ahí me demostré que el toro no me había quitado el sitio.

¿Cuál fue su mayor virtud como matador, la de ponerle “inteligencia al animal”?

Sin duda.  Yo recapacito y pienso que con el miedo que me daba el animal y  la cantidad de encastes que he matado después, la de corridas duras que he sido capaz de dominar, tengo claro que lo he podido conseguir solo por mi mente, la técnica y por mi afán de superarme cada tarde.

¿El peor día de su carrera?

El día después de la muerte del 'Yiyo'. Yo toreaba en Alfaro y me costó muchísimo trabajo tirar para adelante, yo no estaba en la plaza, mi mente estaba en lo que había sucedido, en que se había ido un amigo. Ese ha sido el día que más me ha pesado vestirme de torero y tirar hacia adelante (se emociona fuertemente).

¿Y el mejor?

Hombreee, en Bilbao, el día que corté las tres orejas a la corrida de Miura. Estaba bastante arrinconado, me contrataban poquito y llegó la sustitución por cornada de 'Manili' y aquello me vino como agua bendita caída del cielo, con una tarde apoteósica. Me sentí muy grande y el público lo disfrutó, que es lo que más me importó. Después de ese día, Tomás Campuzano volvió a resurgir.

¿Recuerda el primer toro?  ¿Qué sintió?

Como si fuera ayer, con quince años o así, en una novillada sin caballos, con un "eralete" fuertecito. Allí sentí las primeras ovaciones, los "oles", la vuelta al ruedo y cuando levanté los brazos y vi al público en pie… Fue grandioso y me hizo pensar que tenía camino en esta profesión.

¿Y el último?

Fue tremendo, la despedida en Lima, cuando di la vuelta apoteósica al ruedo después del último toro y pedí a mi hermano Enrique, que era mi picador, que bajara para que me cortase la coleta. Cuando sentí la tijera cortándola noté que algo muy fuerte se iba de mí... todo eran enhorabuenas en el callejón pero yo no escuchaba a nadie. En cuanto pude, me fui lejos de la gente y me “jarté" de llorar, pero a lágrima viva, porque se me iba una parte importante de mi vida, se me cayó el mundo encima (la emoción le puede y rompe a llorar).

Veinte años después, ¿por qué decide tan pronto dejar de ser torero?

Pues sí, mucha gente me lo ha dicho. Pero mira, yo había alcanzado un nivel muy alto en el toreo con sesenta o setenta corridas y los últimos años ya me venían con cuentagotas y, no es que quisiera irme, lo que no quería era que me echaran… tú entiendes. El público siempre me quiso y me respetó, otra cosa son las empresas y hay que saber retirarse a tiempo.

¿Qué le ha quedado por hacer?

Se dice que el torero nunca realiza la faena soñada y yo no he sido la excepción. Me queda la espinita de no haber salido a hombros por la Puerta del Príncipe y la Grande de Madrid.

Y ahora, ¿a qué se dedica Tomás Campuzano?

Yo no paro, puse un restaurante en Sevilla, pero al año ya echaba de menos los toros y cuando vi a mi primer apoderado y amigo Paco Dorado, me volvió a recuperar para el toreo (ríe). Me ofreció ser veedor y al día siguiente ya estaba allí. Luego descubrí la labor del apoderado, pasar por esa inquietud del sorteo, las horas previas, la corrida…también se viven muy intensamente los toros. Ahora tengo alguna figura en ciernes, como Castrillón, García Navarrete y uno con doce años. Ese es mi día a día.

En cuanto a la situación actual, ¿qué va a pasar con las ganaderías, los toreros, la fiesta?

Hay que poner los pies en la tierra y trabajar más despacio y con más inteligencia. Para el mundo del toro habrá un antes y un después. Íbamos demasiado a la ligera, demasiado aprisa, sin pensar en el futuro y esto va a hacer que pensemos en trabajar para el futuro. Cuando esto empiece a andar otra vez habrá que reconvertirse, pero haciendo todo mucho mejor que hasta ahora. Hay que mirar hacia abajo, a los que empiezan y que mañana serán el futuro, hay que recuperar las fiestas populares y ser más humildes.

*Quiero hacer una especial mención a mi buen amigo Carlos de San Lázaro, gran aficionado y “factótum” de esta entrevista para elcierredigital.com.

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