28 de marzo de 2024
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FIN DE SEMANA

La artista transexual de 84 años, primera de Italia y cuarta del mundo en operarse, habla desde su casa en Barcelona donde es vecina de los Pujol

La exvedette Dolly Van Doll habla de la Ley Trans: "Debemos ser libres y no vivir con un trauma"

El Cierre Digital en La exvedette trans Dolly Van Doll.
La exvedette trans Dolly Van Doll. / Foto: Luis Fernando Romo.
La exvedette transexual de 84 años Dolly Van Doll habla con elcierredigital.com sobre su emocionante vida y sobre la Ley Trans, que se aprueba este jueves 22 de diciembre en el Pleno. La artista, primera mujer en operarse en Italia y cuarta en el mundo, asegura que "la gente ha de sentirse a gusto consigo misma, ser libre y darle las herramientas necesarias para que así sea. Las personas han de ser felices y no vivir con un trauma como me pasó a mí, porque no tuve ni niñez ni juventud".

Mientras estudiaba en un colegio en Turín con otros 600 chicos, uno de ellos se le acercó y le dijo: “¿Qué harás cuando seas mayor” y Carlo le respondió: “Yo seré una mujer”. En 1963, Carlo Angelo Fernando se puso en manos de un carnicero abortista en Casablanca, el doctor Bureau, que, sin pruebas médicas previas, le convirtió en lo que había predicho de pequeño, una mujer. “Fui la cuarta mujer en el mundo en operarse y la primera en Italia”, confiesa a elcierredigital.com Dolly van Doll (84), un nombre artístico que evoca luz, entretenimiento y diversión pero, sobre todo, “hice soñar a la gente. Cuando venían a mi teatro entraban en mi mundo, que no tenía nada que ver con el resto”.

Este jueves 22 de diciembre, el Gobierno vota la aprobación de la Ley Trans. “No sé nada de esto, mi amor. Que salga lo que salga, pero que salga bien. Si es así, mucha gente estará feliz y contenta. La gente ha de sentirse a gusto consigo misma, ha de ser libre y darle las herramientas necesarias para que así sea. Las personas han de ser felices y no vivir con un trauma, como me pasó a mí, porque no tuve ni niñez ni juventud”, admite con sinceridad la artista desde su hogar en la zona noble de Barcelona, donde a pocos metros también residen Jordi Pujol y Marta Ferrusola.

A lo largo de su azarosa vida, Carla ha sido una mujer valiente. Ha trabajado durante largas temporadas en 24 países tan dispares como Turquía, España, Alemania, Suiza, Taiwán, Japón o China, concretamente en Hong Kong. Y ha viajado prácticamente por todo el mundo. Ha volado en globo desde Kenia a Tanzania, ha subido al Everest hasta prácticamente el campamento base, ha estado infinidad de veces en Nepal cuidando a niños necesitados. Recorrió 85 kilómetros del río Amazonas en busca de un objeto preciado y en África se encontró con dos masáis gays muy amanerados que le hicieron tanta gracia que les pidió una fotografía “a pesar de que ellos piensan que eso les roba parte del alma”, confiesa la exvedette transexual.

-¿Cómo recuerda sus inicios en París?

-Empecé a trabajar allí en 1959 por tres duros, vivía en un hotel cochambroso y comía baguettes con plátanos porque era barato y te llenaba el estómago. Tenía un amigo muy feo y bizco, pero muy buena gente, a quien le llevaba también esos bocadillos y me escribía canciones. Una pena que las tirara, porque siglos después me pregunté qué había sido de él y me enteré de que había compuesto la música de Love Story. Era Francis Lai (ganó el Oscar a la mejor banda sonora). Me quedé paralizada.

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Dolly Van Doll en su juventud.

-En esta ciudad coincidió con Amanda Lear, quien en la actualidad sigue negando que se haya sometido a una operación de cambio de sexo. ¿Miente?

-Sí, por supuesto. Durante el día era un chico tremendamente guapo y por la noche se vestía de mujer. Era 1960. Solíamos quedar para comer varios días a la semana porque yo trabajaba en Madame Arthur y ella lo hacía en Le Carrousel. Se operó mucho más tarde que yo. Cuando se convirtió en musa de Dalí ya no tenía los atributos masculinos. La única forma de demostrar que era un hombre es coger un poco de saliva con un palito con algodón. Pero ella jamás se sometería a esa prueba.

-También tuvo cierta amistad con María Callas y Aristóteles Onassis, ¿no es cierto?

-Siempre me llamaban antes de llegar a París. Conmigo María siempre fue una mujer muy divertida, nos escapábamos a Saint Honoré a comprar en las tiendas de lujo y nos tronchábamos de la risa. Pero si estaba con más gente solía mirar por encima del hombro y era muy estirada porque le molestaba que le pidieran continuamente fotos y autógrafos. Con quien tuve muy buen rollo fue con Gloria Swanson. Pasamos dos días inolvidables. Era linda, maravillosa, divina y siempre con su turbante, como en El crepúsculo de los dioses. Nos reíamos mucho.

-¿Quién ha sido la mujer más guapa que ha conocido?

-Sin duda, Brigitte Bardot. Parecía una muñeca.

-Un momento para recordar con cariño…

-La noche en la que Paul Newman me dio dos besos. Vino con su esposa, Joanne Woodward, con Joan Collins y George Hamilton. Al acabar entró en el camerino donde estábamos todas, yo era una del montón, pero fue caminando hasta el final y pensaba “¿pero dónde va este ahora?”. Me miró y me besó. Se me cortó la respiración. ¡Qué ojos más bellos!.

-Sigue siendo una mujer curiosa y positiva, ¿de dónde le viene tanta energía?

-No lo sé, pero siempre he sido así. Me encanta viajar, aprender idiomas y recetas de cocina. Además del italiano, que es mi lengua materna, también hablo español, francés, japonés, turco, alemán, francés de Suiza, alemán de Suiza… Hay un truco que nunca falla. Cada día te aprendes cinco palabras y al final del mes ya tienes 150 con las puedes construir más o menos frases con las que te puedes entender. Obviamente te han de corregir, pero ya tienes una base. A partir de ahí, ya todo funciona de forma automática tras las correcciones.

-¿Cuándo se asentó definitivamente en España?

-Me instalé en 1971. En Barcelona y Valencia creé el local Belle Époque con espectáculos inéditos en los que yo misma creaba los números, me hacía cargo del vestuario, las plumas, los zapatos, me encargaba de la contabilidad… Fue una etapa hermosa de mi vida. En la Belle Époque de Barcelona (actual Luz de Gas) estuvimos desde 1982 a 1995. Siempre he tenido fantasía, sueños y siempre procuraba tocar todos los sentimientos del público. Y otro de los motivos por los que me quedé fue por Fernando, con quien estuve casada 20 años y todavía mantengo una gran amistad.

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Dolly Van Doll junto a Nuria Espert y Joan Estrada en la entrega del premio Christa Leem en 2020.

-¿Esa imaginación ya la tenía de pequeña?

-No sé de dónde venía, supongo que es algo innato, pero recuerdo que con seis o siete años ya escribía cuentos. Mis compañeros se burlaban de mí preguntándome de dónde los había copiado.

-Naciste en el seno de una de las familias más ricas de Turín, ¿aceptaron de buen grado tu decisión de dedicarte al espectáculo y tu cambio de sexo?

-No solo no lo aceptaron, sino que tampoco me apoyaron. Fueron momentos muy duros, pero siempre he sido positiva por naturaleza y, sobre todo, muy humilde. Mi infancia fue dura porque viví la II Guerra Mundial, recuerdo que con tres años se me cayó una casa encima a causa de los bombardeos, luego vino la posguerra, el hambre… Pero de todo se sale.

En el salón de su casa guarda un libro gigante de 70 centímetros de alto por 50 cm de ancho y 40 kilos que está lleno de dedicatorias y autógrafos. Es el tradicional libro de oro del teatro, pero hecho a su medida, como ella quería. “Ahí está todo el mundo, como Janet Jackson, Maradona…” y, de repente, saca una libretita muy antigua donde atesora autógrafos de los personajes más grandes del siglo XX: “Mira, aquí están Ana Magnani, Michèle Morgan, Jean Marais, Maurice Chevalier, Jean Simmons, Jayne Mansfield… ¿tú sabes la pasta que vale esto?”, admite entre carcajadas.

Antes de despedirse recuerda con cariño a su gran amiga Joséphine Baker: “Cada domingo iba a verla al Olympia, entraba en su camerino, hablábamos mucho y nos reíamos todavía más. Fue un icono que protagonizó uno de los escándalos más famosos del music hall ya que fue la primera estrella en aparecer con el pecho al descubierto en el Folies Bergère de París con el baile de la banana. También era divertido acudir a su castillo, porque allí tenía un cabaré donde iban ciertos artistas a hacer estriptís”. No hay que olvidar que llegó a trabajar con Petula Clark y Charles Aznavour.

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