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Un torero sosteniendo su montera y capote en una plaza de toros.
CULTURA

Analizamos la psicología de los toreros y su profesión: Superar la muerte

La reciente y temporal retirada de los ruedos de Morante de la Puebla trae a escena el riesgo.

El tema del padecimiento psicológico del maestro sevillano Morante de la Puebla ha atraído la atención de buena parte de la sociedad sobre las particularidades de la psicología del torero y su profesión.

Nada mejor para analizar este tema que contar con las opiniones de dos psicólogos relacionados con el mundo taurino,  Carmen Saez de Retana, psicóloga, aficionada y buena conocedora de todo lo que rodea la fiesta al ser presidenta de la Peña  Taurina Los Cabales -una de las de más tradición en Madrid- y con Roberto Gómez Campanero, psicólogo clínico y autor del libro ”Búsqueda y Análisis de Características Interprofesionales: Los Toreros”. Con ellos vamos a adentrarnos en este  mundo y ver si tanto el torero como su profesión,  se puede considerar que tienen una psicología especial o 'diferente'. 

La realidad es que situaciones como esta de Morante no son un hecho aislado. Ya desde hace tiempo han despertado  una serie de preguntas relacionadas con la naturaleza del torero e incluso del propio aficionado, al tratarse de una profesión que puede llevar aparejada la muerte del torero.

Estudios científicos al respecto, como tal no existen, pero sí es cierto que a lo largo de la historia, tanto médicos, psicólogos, pensadores, como literatos o artistas se han ocupado de los valores psicológicos y estéticos de la fiesta. Y es que, hay que reconocer, que en ella se conjugan elementos que harían feliz a cualquier psicólogo o especialista.

Valga para enmarcar esta entrevista, las palabras del  Dr. Pedro Navarro Merino,  Presidente del Colegio de Médicos de Málaga y gran aficionado taurino, “Nadie en su sano juicio es capaz de ponerse delante de un toro, ya que va en contra del instinto de supervivencia"...

-Roberto, díganos, ¿qué tiene la profesión de torero que  le lleva a escribir un libro sobre esta temática?

-La profesión de torero es muy especial, con una riqueza de matices, rasgos, caracteres y de situaciones que no se dan en otras profesiones.

-¿Que la diferencia de otras profesiones de, digamos, “alto riesgo”?

-Es una profesión única en el mundo y tiene tanta fuerza por su forma, por su lenguaje, etc., que ha impregnado muchísimas áreas de la sociedad, como las artes o la literatura por ejemplo.

-¿Carmen, está de acuerdo con la afirmación del Dr. Pedro Navarro?

En absoluto, los toreros son personas absolutamente normales, cuerdas y que desarrollan unas condiciones extraordinarias para poder desarrollar una profesión de alto riesgo en la que mezclan, además de componentes personales, un elemento de estética importante. Además hay que tener en cuenta que es una profesión que ellos eligen libremente frente a otras opciones.

-Roberto ¿está de acuerdo con Carmen? Y yendo más allá, ¿piensa que la Tauromaquia sí tiene una psicología especial?

-Hay algunos médicos y psiquiatras, a los que admiro y respeto, que metiéndose en el burladero del lenguaje científico, en la mayoría de los estudios hacen unas afirmaciones en las que señalan a los toreros como esquizofrénicos, obsesivos, perversos… Y eso es debido a que desde sus despachos se fijan en un solo torero y eso hace que se fantaseen una serie de rasgos, algo con lo que no estoy de acuerdo. Entiendo que el torero no tiene una psicología especial o por decirlo de otra manera, tienen la misma que cualquier otro profesional en el desempeño de su profesión.

-Roberto, ¿qué factor psicológico puede impulsar a una persona a exponer su vida delante de un toro?

-Habría tres variables importantes a tener en cuenta a la hora de hacer una valoración al respecto: la transgresión, la afición y la pasión. El torero es un transgresor, es revolucionario, es un artista individualista, fuerte  y eso es lo que la población normal envidia. Además cuenta con una gran afición y, sobre todo,  con una pasión por ella como existe en pocas profesiones. Estas variables son las que empujan a alguien a arrojarse a una profesión que cuesta muchísimo trabajo aprender y que puede hacer que se dejen unos años valiosísimos de su vida en aras de quizá un imposible, como es ser figura del toreo.

Tres personas posando frente a una pared llena de fotos enmarcadas.
José Ignacio Herce, Carmen Saez de Retana y Roberto Gómez Campanero. | El Cierre Digital

-Carmen, cree que ¿el torero tiene una capacidad especial para superar la ansiedad y el miedo?

-Como dije, es una profesión elegida para la que desarrollan competencias específicas y si no, buscan ayuda necesaria para ayudarles a superar el miedo tanto al dolor, como a enfrentarse a la muerte o al fracaso.

-Roberto, ¿cree que el propio miedo puede modificar de alguna manera el cerebro del torero?

-El miedo es un mecanismo de defensa natural en todos los mamíferos, más acentuado, evidentemente, en el humano. Pero el torero tiene la capacidad de poder valorarlo y dominarlo, no negarlo,  porque el torero que niega el miedo no se puede considerar torero.

-Aclárenos esto Roberto…

-En una ocasión estaban Machaquito y el Gallo en la Maestranza haciendo el paseíllo y el Gallo estaba “gris” por lo que le preguntó Machaquito: “Qué te pasa maestro, te veo mal”. Y le contestó El Gallo: “Si me abren la puerta grande, voy haciendo el paseíllo hasta mi casa y me meto en  la cama”. Creo que esta anécdota puede ser muy significativa. Como dije el miedo existe, la cuestión está en valorarlo y dominarlo.

-Carmen, ¿puede tener alguna relación la psicología del torero con la tan comentada rápida recuperación de sus heridas?

-Claro que sí,  son gente que quiere triunfar, que quiere ser el número uno y el cuerpo, igual que lo somatizas para mal, lo pones al servicio de la pronta recuperación. Tienen un afán de superación que les distingue mucho frente a otras profesiones y que hace que les valga la pena jugarse la vida.

-Roberto, ¿cree que en la fiesta existe una erotización del peligro?

-El torero tiene una imagen “diferente”, se le ve un personaje aguerrido, valeroso, bravo, unido al peligro de muerte. Pero de eso a la erotización va mucha distancia.

-Carmen, ¿wué significado tiene el propio traje de luces, colorido, ajustado...? ¿Hay un elemento erótico en este espectáculo?

-No lo creo. Sí es cierto que el hecho de que en el siglo XX se vistan con un traje “antiguo”, con su montera  y que toree puede ser magnífico, pero no erótico.

-Decían de Juan Belmonte que cuando se ponía el traje de luces “se transformaba”. Roberto, ¿cree que el traje de luces puede transformar a una persona?

-No, lo transforma la gente. El espectador proyecta sus ideales en ese torero, pero él no se transforma, lo transforman los demás.

-Roberto, ¿puede existir algún índice de autodestrucción en el torero? Quizá, ¿un cierto masoquismo?

-Que haya habido casos no significa que se pueda generalizar. Cualquier persona puede tener un componente autodestructivo independientemente de que sea torero o no. Lo más que puede ocurrir es que ciertas situaciones de tensión puedan afectar al proceso, pero en esta o en cualquier otra profesión que pueda generar estas situaciones.

-Carmen, ¿de alguna manera existe el narcisismo en el torero?

-Por supuesto que sí y está más acentuado en los toreros actuales. Antes a los toreros los veías ocupados en desarrollar una faena, ahora algunos de estos chicos son más “narcisos” que otra cosa, los ves más pagados de sí mismos que del toro que tienen delante, se ocupan más de la figura, de estar guapos, de hacer el gesto que de la faena en sí. Y es que el torero necesita un público que le jalee, que le apoye y hasta que le abronque, necesita huir del anonimato.

[Apostilla Roberto]

-El torero si no es narciso, no es torero.

-Roberto, en esta profesión ¿cree que existe una  química del miedo?

-Torear es muy fácil, facilísimo. En cuanto se sepan cuatro o cinco técnicas de los terrenos de toro, del torero, o como se maneja el capote o la muleta…es muy fácil, lo difícil es ser genial. Ellos están preparados para afrontar el miedo por si mismos o sino,  buscan la ayuda necesaria como bien decía Carmen,  para superarlo.

-Después de todo lo que hemos ido viendo, decidme cual sería a vuestro juicio el perfil psicológico del torero, si es que existe…

Carmen: Tantos perfiles como toreros hay. Lo cierto es que tienen un concepto muy sensato de la vida porque se enfrentan a la muerte y además tienen una actividad cerebral enorme porque tienen que solucionar situaciones de peligro sobre la marcha, en segundos y de ellos puede depender su vida.

Roberto: Pienso igual, no existe un perfil genérico como tal. Si vemos a las grandes figuras del toreo,  ninguna fue un estereotipo, empezando por El Gallo, Belmonte, Bombita, Manolete o el Cordobes…lo que hay son genialidades.

[A la pregunta sobre si existe alguna línea común en todos ellos, ambos coinciden en la ambición, el personalismo, la rivalidad, el narcisismo y, sobre todo, querer triunfar, ser el número uno. Pero  también coinciden, igual que en cualquier otro profesional, que quiera triunfar en lo suyo, la diferencia radica en que el torero se enfrenta al público y a la muerte]

Portada del libro
Portada del libro de Roberto Gómez. | El Cierre Digital

-Si tuvieseis que decir qué torero encarnaría de alguna manera el perfil psicológico “típico” del torero, ¿quien podría ser?

Roberto: Sin duda Antoñete, un torero clásico y como “fenómeno” quizá Juan Belmonte.

Carmen: Corroboro lo dicho por Roberto en cuanto a Antoñete y añado que además, era un hombre totalmente “normal”, con sus “cosas” como todos, pero normal. Yo quizá también añadiría a Joselito.

-Para cambiar de “tercio”, ¿consideráis el caso de Morante como algo excepcional o algo por el contrario mas habitual de lo que podamos pensar? Dicho de otra manera, ¿esta profesión puede facilitar la aparición de algún tipo de trastornos psicológicos?

Roberto: Afecciones de tipo cardíaco si, psicológicas o psiquiátricas las mismas que pueda padecer cualquier otro practicante de profesiones de riesgo.

Carmen: Suscribo lo dicho por Roberto, otra cosa es que ya se tenga una patología previa pero entonces ya no sería consecuencia de la profesión.

[Cambiamos de tercio y vamos a dar un breve repaso al público taurino].

-Carmen, como psicóloga y aficionada, ¿crees que ha ido cambiando la sensibilidad de la sociedad con respecto a este tipo de espectáculos en los que la sangre y la muerte tiene un papel relevante?

-Por supuesto, ha ido evolucionando al nivel de la sociedad que tenemos. Antes el torero estaba mitificado, ahora es poco menos que una figura estigmatizada, ahora hay un animalismo que antes no existía y eso hace que en estos momentos,  el publico taurine sea  casi algo relicto hasta el punto de que nos sorprendemos cuando vemos a alguien en el metro con la almohadilla... Estamos inmersos en una sociedad “bueniosta” en la que todo lo relacionado con la muerte esta mal visto y la tauromaquia, no lo olvidemos, es sangre y muerte al fin y al cabo.

-Roberto, cuando el público pide al torero que se acerque más al toro, ¿está buscando de una manera inconsciente la cogida? ¿Qué significado puede tener esto? ¿Quizá algo de sadismo?

-La envidia en este país es un elemento a tener muy en cuenta a la hora de valorar la respuesta. En el público, la admiración/envidia es una pareja, de forma que aquel que  no sabe admirar lo bello, siente envidia y lo critica, porque eso es lo que le queda.

-Carmen, durante una tarde de toros, el aficionado va cambiando de estados de ánimo, ovaciona y abuchea, se emociona y se indigna… ¿Qué valoración puede tener estos cambios de actitud tan radicales en tan poco espacio de tiempo?

-A mí me ha pasado y se llama emoción. Y si no hay emoción no hay fiesta.

-Y esto nos lleva a la pregunta final para ambos, ¿habría un perfil psicológico del aficionado?

-La plaza de toros, ya decía Unamuno, es la representación de la sociedad española, todo el mundo es juez.[Apunta Carmen y corrobora Roberto]. En la plaza hay sensibilidad, delicadeza....y aún en la critica o en la bronca se va buscando el arte, la perfección, la verónica perfecta, el ponerse en su sitio, el no torear de pico, etc.

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