20 de abril de 2024
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FIN DE SEMANA

Este pontífice convivió en el Vaticano con sus cuatro hijos y, según la leyenda, tuvo amores incestuosos con su propia hija, Lucrecia Borgia

Los siete Papas más libertinos de la Iglesia Católica de Roma: Alejandro VI, 'el perverso' (y VII)

Alejandro VI.
Alejandro VI.
El periodista Julio Merino repasa la historia de los siete Papas más depravados de la historia de la Iglesia Católica de Roma. Después de Juan VIII, la Papisa Juana, o de tres Pontífices que estuvieron dominados por sus amantes, llega el turno el Alejandro VI, que vivió y convivió en el Vaticano con sus cuatro hijos y que, según la leyenda negra, tuvo amores incestuosos con su propia hija, la famosa Lucrecia Borgia.

En el primer capítulo de esta serie que he dedicado a los Papas más mujeriegos de la Historia de la Iglesia decía:

"Amigos lectores, creo que de entrada tendría que pediros perdón por descubriros lo que fue la Iglesia de Roma en otros tiempos, porque, al menos a mí, me escandaliza pensar que hayan podido haber, ser y existir personajes tan nefastos como los que aquí vamos a ver y que además pudieran haber sido Papas de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Pero también creo que descubrir las miserias de aquellos Papas (depravados, fornicadores, violadores incestuosos, ladrones, simoniacos, e incluso, asesinos) y de aquella Iglesia (corrompida, erótica, apostata, esclava sexual y demoniaca) ayuda a reafirmar la divinidad de su origen, ya que hubiera sido imposible que se mantuviera, y se siga manteniendo, más de 2.000 años".

No hay otra Institución parecida en la Historia, ni hay otra que haya sobrevivido las primeras herejías de los primeros tiempos, la persecución y las catacumbas, la competencia de otras religiones, el choque con la ciencia y el ateísmo del Renacimiento, el Cisma de Lutero y el protestantismo, el comunismo, el nazismo, el fascismo y el capitalismo salvajes. Un milagro. Solo un milagro ha podido sostener y puede seguir sosteniendo un edificio podrido, como fue la Iglesia durante siglos.

Bien, pues después de dar un paseo por la vida de Benedicto IX, el que vendió la silla de San Pedro por 1.500 libras para casarse con una de sus amantes, después de conocer el escándalo que fue el Papado de Juan VIII, en realidad “la Papisa Juana”, puesto que era una mujer que incluso dio a luz cuando presidía una procesión en el Vaticano, después de darle un repaso a los Papas de la “Pornocracia” con la increíble y pecaminosa vida de las amantes Teodora y Marozzia, madres, esposas y amantes de varios Papas, después de recorrer las vidas y los escándalos de los Papas “marionetas”, después de comprobar cómo se compra un Papa y después de avergonzarnos con la escandalosa vida del incestuoso y fornicador Juan XII, no podemos cerrar la serie sin dedicarle especial atención al Papa Alejandro VI, quizás el más escandaloso de todos los Papas de la Iglesia Católica, aquel que vivió y convivió en el Vaticano con sus cuatro hijos y que, según la leyenda negra, tuvo amores incestuosos con su propia hija, la famosa Lucrecia Borgia.

Rodrigo Borgia, nació en Xativa, cerca de Valencia, el 1 de enero de 1431. Murió en Roma, el 18 de agosto de 1503. Sus padres fueron Jofre Lançol e Isabella Borja, hermana del Cardenal Alfonso Borja, posteriormente Papa Calixto III.

Alejandro VI. 

El joven Rodrigo no había aún hecho una elección definitiva de profesión cuando la elevación de su tío al papado (1455) le abrió nuevas perspectivas a su ambición. Fue recibido en el seno de la familia cercana de Calixto y desde entonces los italianos lo conocieron como Rodrigo Borgia. Al igual que muchos otros jóvenes príncipes, fue incorporado forzadamente al servicio de la Iglesia, sin que la cuestión de la vocación fuera tomada en cuenta para nada. Después de otorgarle varios beneficios muy ricos, su tío lo envió a estudiar leyes a la Universidad de Bolonia durante un año. En 1456, a la edad de veinticinco años, fue creado cardenal diácono de San Nicolo in Carcere, y mantuvo ese título hasta 1471, cuando se convirtió en cardenal obispo de Albano. Fue hecho cardenal obispo de Porto y decano del Sagrado Colegio. Su posición oficial en la Curia después del 1457 fue la de Vicecanciller de la Iglesia Romana, y aunque muchos le envidiaban esa función tan lucrativa, parece ser que a todo mundo dejó contento durante su larga administración de la cancillería papal. Incluso Guicciardini admite que "en él se combinaban una rara prudencia y vigilancia, una reflexión madura, un maravilloso poder de persuasión, una habilidad y capacidad de conducir los asuntos más complicados". La lista de arzobispados, obispados, abadías y otras dignidades que él poseía, según las enumera el obispo de Mudena en una carta a la Duquesa de Ferrara se asemeja al famoso catálogo de Leparella, y ello lo convirtió en uno de los hombres más ricos de su época. Pero si bien su casa era de una magnificencia notable, y él era un apasionado jugador de baraja, era totalmente abstemio en comida y bebida, y destacaba por sus habilidades administrativas.

Al cumplir 29 años recibió una carta del Papa Pío II en la que éste le reprobaba fuertemente sus desmanes en Siena, que habían sido tan notorios que tanto el pueblo como la corte estaban escandalizados. Continuó con sus malas costumbres incluso después de su ordenación sacerdotal en 1468. Alrededor de 1470 se relacionó con una dama romana, Vanozza Catanei, madre de sus cuatro hijos: Juan, César, Lucrecia y Jofre. Aunque después le fueron atribuidos no menos de diez, entre ellos Pedro Luis, Jerónima e Isabel, de madre desconocida y Laura, nacida de sus relaciones con la poderosa Julia Farnessio, y siendo ya pontífice en 1498 fue padre de otro Juan, llamado el “niño romano” y de Rodrigo, también de madres desconocidas.

Alejandro Borgia fue elegido Papa el 11 de agosto de 1492 bajo el nombre de Alejandro VI, tenía 61 años. Pero, su elección fue tan sonada que quedó para la Historia. La muerte de Inocencio VIII, el 25 de julio de 1492, dejó vacante el trono de San Pedro y entre los veintitrés cardenales que constituían el Colegio cardenalicio, sólo unos pocos eran los que podían considerarse merecedores de ese privilegio: el milanés Ascanio Sforza, el genovés Lorenzo Cibo, sobrino del difunto, el napolitano Giuliano della Rovere, y el valenciano Rodrigo Borgia, eran sin duda los cuatro más sólidos candidatos a ser el nuevo papa, aunque, al no ser italiano, las posibilidades de Rodrigo Borgia eran escasas. Para obtener el pontificado, alguno de los candidatos debía obtener el voto de dos tercios del colegio de cardenales, es decir, que siendo estos veintitrés, el nuevo papa debía contar con al menos dieciséis votos cardenalicios a su favor, para ser reconocido como tal.

De todos los aspirantes, Rodrigo Borgia resulta ganador del pontificado por un escaso margen en la requerida mayoría de dos tercios, asegurado por su propio voto, por lo que, entre rumores y acusaciones de simonía y sobornos para obtener la corona papal, es proclamado papa.

Una escandalosa vida sexual 

Bien, pero más importante que su vida política o sus once años de Papado, sin duda fue su escandalosa vida sexual. Según la “leyenda negra” que surgió para contar los desatinos y las traiciones, las compras y ventas de puestos, y de tantas y tantas cosas, la familia Borgia fue un compendio de todas las pasiones. Como se sabe, y ya hemos visto, tuvo conocidos y legítimos cuatro hijos, pero bastardos ni se sabe cuántos, ya que según algunos biógrafos aquel Papa lujurioso no podía pasar ni un solo día ni una sola noche sin tener a una mujer en su cama. Llegó a decirse que en muchas ocasiones incluso abandonaba reuniones con Príncipes y Cardenales para, en una habitación cercana, hacer el amor que los edecanes le habían preparado (curiosamente muchos años después de Napoleón el Grande llegó a decirse lo mismo).

Pero, por encima de todos los escándalos sexuales y de camas está, sin duda, el escándalo incestuoso con su hija Lucrecia. Por su interés reproduzco un resumen de la biografía que escribió Florian Yubero en 2010: Lucrecia Borgia, hija y amante del Papa Alejandro VI.

Lucrecia Borgia. 

 

“Lucrecia Borgia, en italiano Lucrezia Borgia (1480 -1519), la hija de Rodrigo Borgia, el poderoso valenciano del renacimiento que llego al papado de la Iglesia Católica con en nombre de Alejandro VI, su madre fue Vannozza Cattanei, uno de sus hermanos fue el notorio déspota Cesár Borgia. Está familia realizó impopulares maniobras políticas para permanecer en el poder, y fueron prisioneros de la corrupción sexual asociada a los papados renacentistas.

Su padre y su hermano le concertaron una serie de casamientos con hombres importantes y poderosos de la época, siempre manipulada por las ambiciones políticas. Lucrecia se desposó con Giovanni Sforza (Señor de Pésaro), Alfonso de Aragón (Duque de Bisceglie), y con Alfonso d’Este (Príncipe de Ferrara). Los rumores sobre Alfonso de Aragón hablaban de que era hijo ilegítimo del Rey de Nápoles y de que César Borgia pudo haberlo asesinado cuando su valor político empezó a eclipsarse.

Después de que Rodrigo Borgia fuera elegido papa, en 1493 casó a Lucrecia con Giovanni Sforza con el fin de obtener una poderosa alianza con esta familia milanesa. La boda fue un escándalo, pero no mucho más que otras celebraciones del Renacimiento

Cuando, la familia Borgia no tenía necesidad alguna de los Sforza, y la presencia de Giovanni en la corte papal era una molestia innecesaria, y el Papa necesitaba otras alianzas mucho más ventajosas, fue motivo por el que presuntamente se ordenó su asesinato. El hermano de Lucrecia, César, le informó de esto a su hermana, y ella advirtió a su marido quien huyó de Roma, es posible que el Papa Alejandro jamás ordenara este asesinato y no fue más que un complot realizado por César y Lucrecia con el fin de alejar de la Corte a un marido aburrido. Fuera como fuese, al Papa Alejandro le agradó la posibilidad de poder concertar otra boda para Lucrecia, pero antes de ello, tenían que librarse de Giovanni.

Alejandro pidió al tío de Giovanni, cardenal Ascanio Sforza, que persuadiese a Giovanni para que se anulara el matrimonio. Giovanni se negó y además acusó a Lucrecia de incesto con su padre y con su hermano. Dado que el matrimonio no había sido consumado, el Papa dijo que era un matrimonio no válido y ofreció a Giovanni la dote de Lucrecia si mostraba su acuerdo con la anulación. La familia Sforza amenazó a Giovanni con retirarle su protección si rehusaba la oferta de Alejandro. Al no tener otra elección, Giovanni Sforza, firmó ante testigos una confesión en al que admitía ser impotente, lo que equivalía a consentir la anulación de la boda.

Mientras se llevaba a cabo la separación de Giovanni Sforza, Lucrecia estuvo recluida en un monasterio y su única relación con el exterior era mediante mensajes que le enviaba su padre por medio de un tal Perotto. Justo antes de la boda con su siguiente marido, Alfonso de Aragón, y cuando tenía 17 años Lucrecia dio a luz un niño, al que los historiadores llamaron 'el infante romano'.

El Papa Alejandro VI, en 1501 emitió dos bulas: en la primera reconoció al niño como hijo de César y en la segunda, que se mantuvo secreta durante años, lo reconoció como hijo propio…

Las interpretaciones son mucho más variadas. La creencia más difundida es que el niño, hijo de Lucrecia, era el fruto de su incestuosa relación con César, y que Perotto, dada la debilidad que sentía por ella, dijo que el niño era suyo. Durante el embarazo, Lucrecia estuvo, como se ha dicho, encerrada en un convento lejos de Roma, de modo que nada se pudo saber sobre su estado. Lucrecia estaba muy preocupada por la posibilidad que se supiera que estaba embarazada y que esta noticia llegara a Roma, ya que entonces todos sabrían que era hijo de su hermano César. César en esa época era cardenal de la Santa Iglesia y -si hubiera tenido una relación ilícita con su hermana mientras ella estaba casada con Giovanni- habría sido muy difícil ocultarlo, especialmente a su padre, el Papa. La leyenda del incesto o incestos tanto con su hermano como con su padre, en gran medida surge de esta época, sin que nada pueda asegurarse.

Curiosa fue, en su vida, también la correspondencia que ya siendo solo un joven Cardenal tuvo con el Papa Pio II, quien al enterarse de una fiesta dionisiaca que había dado en su Palacio Ducal le escribió:

'Hemos oído que hace tres días, un gran número de mujeres de Siena, ataviadas con toda vanidad mundana, se reunieron en los jardines de nuestro bien amado hijo Juan Bichas, y que Vuestra Eminencia, descuidando la dignidad de su posición, estuvo con ellas desde la una hasta las seis de la tarde, y que teníais en vuestra compañía a otro Cardenal, a quien, si no el honor de la Santa Sede, al menos su edad, debía haberle recordado sus deberes. Se nos dice que los bailes fueron desenfrenados y que las seducciones del amor no tuvieron límite, y que vos mismo os habéis comportado como si fuerais un joven del montón secular'

Naturalmente, el ya experto y sibilino y maquiavélico Alejandro (al parecer Maquiavelo utilizó al Papa y a su hijo Cesar como modelos para su obra “El Príncipe”), pero aquella carta de respuesta desapareció como por arte de magia y nunca más se supo de ella, si no fuera por la respuesta que el propio Papa le dio al recibirla:

'Hemos recibido la carta de Vuestra Eminencia y tomado nota de las explicaciones que me dais. Vuestra acción, querido hijo, no puede estar exenta de culpa, aunque tal vez sea menos grave de lo que al principio se dijo. Os exhortamos a absteneros en lo futuro de tales deslices y a cuidar con mucho esmero de vuestro honor. Os concedemos el perdón que nos pedís; de no amaros como hijo predilecto, no os hubiéramos reconvenido tan tiernamente'.

Y llegamos al momento de su muerte. También escandalosa e incierta. Tanto que en Roma se decía que “un vino en la Plaza de San Pedro es menos peligroso que un café en el Vaticano”. Al parecer el Papa murió a consecuencia de un veneno. Al parecer, y según la “leyenda negra” Alejandro murió en el transcurso de una cena que le dio a un grupo de Cardenales, que casualmente murieron todos y que hizo sospechar que el verdadero cerebro de la “matanza” había sido el propio Papa, que sin embargo, por un error, también él se auto envenenó. Así se escribe la Historia, o la intrahistoria.

Quizás lo más escándalo de su vida fuera que el Papa nombrara Administradora general y única de la Iglesia y del Vaticano a su hija Lucrecia, cuando tan solo tenía 17 años. En cualquier caso, lo que queda de manifiesto con el repaso a estos siete Papados es que, ciertamente, tras la Iglesia de Roma está la mano de Dios, porque sin la presencia del Espíritu Santo no podría haber resistido los escándalos que le han perseguido desde su fundación.

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