23 de abril de 2024
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FIN DE SEMANA

La que fue todopoderosa presidenta de la República de Argentina entre el 1 de julio de 1974 y el 24 de marzo de 1976 lleva una discreta vida en España

María Estela, "Isabelita" de Perón, cumple 90 años, alejada del COVID, en una urbanización a las afueras de Madrid

Isabelita Perón en 2007, del brazo de su abogado.
Isabelita Perón en 2007, del brazo de su abogado.
Hoy es el 90 cumpleaños de Isabelita Perón. Esta mujer, bautizada con el nombre de Maria Estela Martínez Cartas y conocida popularmente como Isabelita Perón, fue la todopoderosa presidenta de la República de Argentina entre el 1 de julio de 1974 hasta el 24 de marzo de 1976. Ahora vive en una urbanización a las afueras de Madrid alejada del COVID.

Desde hace ya más de veinte años María Estela "Isabelita" de Perón reside a las afueras de Madrid, en una urbanización de chalets ubicada a 30 kilómetros al Noroeste de la capital de España. Fue a finales de los años noventa cuando decidió trasladarse a vivir a la tranquila Villafranca del Castillo, una localidad dependiente del municipio madrileño de Villanueva de la Cañada, conocida por ser sede de la Universidad Camilo José Cela y del colegio San Estanislao de Kostka, y donde también viven otros conocidos y famosos como el cantante David Bustamente o la nieta del dictador Francisco FrancoMariola Martínez-Bordiú.

Isabelita Peron vive en un chalé adosado que tiene 250 metros cuadrados de superficie, además de otros 100 metros de jardín. Allí reside desde hace años solo con la compañía del personal de servicio. Dos de sus personas de más confianza han sido siempre sus chóferes: Luis, ya jubilado, y Martín, su conductor y ayuda personal.

Sus supuestas amistades famosas, como el vidente Octavio Acebes, han pasado ya a la historia. Como también su escasa actividad conocida, como la de acudir anualmente al rastrillo de Nuevo Futuro. Hoy, toda la zona de la casa que da al exterior, tanto el garaje como las habitaciones, están completamente cerradas. Con las persianas bajadas.

Lo contrario ocurre en la zona trasera, más luminosa, que es completamente inaccesible a la vista de los curiosos. En la planta baja está la cocina, el salón y la habitación de la persona que la asiste y acompaña las 24 horas. Arriba, su habitación y despacho, donde pasa muchas horas del día. La decoración de su residencia es sencilla. “Tiene algunas alfombras y muebles clásicos, pero poco más”, dicen sus allegados.

Chalé de Isabelita Perón. 

Las entradas norte y sur a la calle Valle de Ulzama, donde esta situada la vivienda, están cerradas, sólo cuentan con acceso privado y restringido a los vecinos. Sin embargo, esto no evitó que en marzo de 2007 sufriera un escrache por familiares de desaparecidos argentinos, que pegaron fotos en la puerta de su garaje.

En esta localidad madrileña está de párroco su buen amigo y confesor, el sacerdote Enrique Lázaro, al que conocía de su primera etapa en Madrid. Lázaro fue la persona que la animó a trasladarse a esta población de las afueras de Madrid, ya que él está al frente de la parroquia de Santa María Soledad Torres, uno de los lugares más visitados durante estos años por Isabelita.

Nada más llegar a esta localidad se integró en las labores de la parroquia, pero con algunas peculiaridades. Por ejemplo, en una excursión parroquial a Cuenca, mientras todas las feligresas iban en autobús, ella lo hacía detrás en su Audi A6. 

Enrique Lázaro, párroco de la parroquia donde acude Isabelita Perón.

El cambio radical en sus hábitos comenzó en 2007, su annus horribilis, en el que además del juicio por extradición, tuvo una caída por las escaleras de la Audiencia Nacional y se rompió la muñeca, por lo que tuvo que ser operada en la Clínica de La Zarzuela en una intervención que le practicó el doctor Daniel Ferro. Otra caída posterior, con rotura del brazo y del talón de Aquiles, le provocó de por vida una gran inestabilidad que la obliga a ir siempre apoyada en alguien.

Ya no se la ve, como se decía, por la cercana pastelería Mallorca, en Pozuelo de Alarcón. Su vida discurre principalmente entre los paseos en su pequeño jardín, los cuidados médicos, el fisioterapeuta y la peluquería. Apenas se la ve por la urbanización, donde puede ser objeto de paparazzis y sí, en cambio, lo hace a veces por el barrio madrileño de Salamanca, donde pasa más desapercibida. Y lo sigue haciendo en su Audi A6, junto a su chófer.

Tampoco acude tanto a misa a la parroquia de Santa María Soledad Torres, donde da misas su confesor y amigo personal  Enrique Lázaro. Antes lo hacía discretamente, quedándose en la parte de atrás, aunque participaba en algunas lecturas. Pero sigue siendo colaboradora activa de la parroquia y mantiene el contacto telefónico con don Enrique, así como con su abogado Antonio Hierro Echevarría, con el que despacha periódicamente en esa búsqueda de tranquilidad que cierre su periplo vital. 

La parroquia de la que es feligresa María Estela de Perón.

Antes de llegar a Villafranca del Castillo, Isabelita vivió de alquiler en la calle Casado del Alisal, junto a la conocida iglesia madrileña de San Jerónimo el Real. Luego pasó a vivir a la calle Padre Damián, también en alquiler, lugar donde a principios de los años 90 entabló una gran amistad precisamente con este párroco, Enrique Lázaro, que entonces ejercía de religioso en la cercana Parroquia de San Fernando, al lado de su domicilio.

Se dio la coincidencia de que el padre del párroco conocía al general Perón de cuando era inspector de los mercados de alimentación del Ayuntamiento de Madrid, en los años 60, y llevaba al mandatario argentino a los puestos de mejor carne del Mercado de Maravillas para comprar los ingredientes para sus célebres “asados”. Isabel acudía a reuniones de la familia de don Enrique y tal fue la amistad entablada, que cuando murió en 2003 la madre del párroco, ella, que no había pisado ningún tanatorio desde su regreso a España, acudió al mismo.

Isabelita de Perón durante su mandato como presidenta de Argentina. 

Dicen sus amigos que, a pesar de todas sus vicisitudes, Isabelita nunca ha hablado mal de nadie, ni siquiera de la persona que la mantuvo recluida, el general Videla, silencio que mantuvo incluso cuando conoció la noticia de su muerte.

La última mujer de Perón

Conoció a Juan Domingo Perón, 36 años mayor que ella, en Panamá, y se convirtió en su secretaria. El general, derrocado en un cruento golpe de Estado a mediados de 1955 que incluyó el bombardeo de una manifestación en la Plaza de Mayo por aviones de la Marina, fue deambulando de país en país hasta llegar al nuestro: ParaguayPanamáVenezuela o República Dominicana, hasta que en 1961 ubicó por fin su residencia en España. Fue el 5 de enero de ese mismo año, cuando Isabelita y él se casaron en la Iglesia de la Virgen de la Paloma y desde entonces pasaron juntos 11 años en España.

Su primera residencia en nuestro país fue el hotel El Pinar de Torremolinos (Málaga), donde estuvieron confinados con la prohibición de recibir visitas y la imposición de abandono de toda actividad política. Tres años después, en 1964, el general Perón compró una residencia en el barrio madrileño de Puerta de Hierro con fondos que, según varios archivos, provinieron -entre otras fuentes- de aportes de la Confederación General del Trabajo argentina y de dirigentes peronistas. Sus primeros años en España fueron muy austeros, lejos de lo que mucha gente rumoreaba. Recibía una pensión trimestral de 1.500 dólares, pero a medida que pasaron los años y el peronismo recuperaba fuerzas se multiplicaron las donaciones

La residencia de Perón e Isabelita en Puerta de Hierro se llamó La Quinta 17 de octubre, en recuerdo del día en se produjo en Buenos Aires una gran movilización obrera y sindical que exigía la liberación del entonces coronel Juan Domingo Perón. Esta amplia casa fue meca de dirigentes políticos y sindicales, cobijo de secretos de Estado y hasta del cadáver de Eva Duarte, Evita, un hecho que siempre obsesionó e hizo mucho daño a Isabelita Perón.

Maria Estela convivió con el cadáver de Evita en el chalé de Puerta de Hierro. 

Fue a partir de 1971 cuando un nuevo habitante se sumó a la residencia de los Perón en el exilo. La presión de la oposición peronista era cada vez mayor y los militares argentinos entregaron el cuerpo de Eva Perón como gesto de buena voluntad. El entonces embajador argentino en Madrid, Jorge Rojas Silveyra, le entregó al general algo que lo descolocó: El cadáver de Evita. Perón no supo qué hacer. Lo único que se le ocurrió fue depositarlo en el jardín de invierno de la casa, en la planta baja. Allí permaneció la caja hasta que, dos años más tarde, fue trasladada de nuevo a Buenos Aires, donde hoy reposa.

Según declaró Rosario Álvarez, la que fue la asistenta de su hogar durante 17 años, “el cuerpo estaba en una caja de madera, y dentro había otra de zinc. Perón intentó abrirla y en su desesperación se cortó las manos. Empezaron a sangrarle. Evita estaba amarilla. Parecía que la hubieran quemado. Con Isabelita la cambiamos de ropa, le colocamos un vestido nuevo, la peinamos y la colocamos en una mesa con una sábana blanca, en el primer piso. Perón visitaba el cuerpo todos los días. Pasaba mucho tiempo junto a ella”. 

Vuelta a Argentina

Fue en 1972, cuando el general Perón e Isabelita volvieron de nuevo a Argentina tras 11 años en España. En octubre de 1973, Perón era elegido otra vez presidente, pero el 1 de julio de 1974 fallecía. Ese mismo día, María Estela Martínez Cartas, conocida como Isabelita Perón, asumía la presidencia. Con ello, inició, según ha declarado ella muchas veces, el periodo más triste de su vida, con los militares acaparando cada vez más poder y multiplicándose los actos terroristas entre organizaciones de extrema izquierda como los montoneros y de extrema derecha, como la Triple A, a la que precisamente se relacionó su presidencia en su nacimiento y desarrollo.

En 1976 llegó el golpe de Estado e Isabelita Perón pasó a un arresto domiciliario en la residencia militar El Messidor, en la Patagonia, donde estuvo confinada 7 meses. Allí se apoyó en una profunda religiosidad que siempre ha mantenido. Posteriormente fue trasladada a la base Azul de la Armada, donde pasó el tiempo arreglando muebles y en tareas de jardinería. El jardín y pasear siguen siendo hoy sus principales hobbies. Isabel Perón fue puesta en libertad condicional por la justicia en julio de 1981 y decidió regresar a Madrid. 

Con su marido el general Juan Domingo Perón. 

Aunque en los primeros años volvió varias veces a Argentina, destacando su apoyo a Raúl Alfonsín, primer presidente de la democracia, los viajes fueron cada vez más esporádicos, rompiendo la relación con su patria, que prácticamente no ha visitado en las últimas tres décadas.

Su retiro de lujo se vio roto cuando el año 2007 declaró en la Audiencia Nacional ante el juez Juan del Olmo, como consecuencia de una orden de detención recibida por Interpol y de la que fue librada por el juez argentino Raúl Acosta, relacionada con la desaparición del joven Héctor Aldo Fagetti Gallego ocurrida el 25 de febrero de 1976, un mes antes del golpe militar que derrocó a Isabelita. Desde ese día, la viuda de Perón desapareció de la imagen pública.

Hoy, a sus 90 años recién cumplidos, vive prácticamente aislada, alejada del COVID, en su retiro silencioso y discreto de Villafranca del Castillo.

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