20 de abril de 2024
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FIN DE SEMANA

Esta pareja de reconocidos actores triunfa en el 'Teatro Infanta Isabel de Madrid' con esta obra dirigida por Lautaro Perotti

Carlos Hipólito y Mapi Sagaseta: “Rita” o ese teatro de siempre que divierte y emociona al público

Un momento de la obra.
Un momento de la obra.
Teníamos pendiente en cartera pasarnos a ver la obra que el matrimonio Carlos Hipólito y Mapi Sagaseta han estrenado en este Madrid, convertido en capital cultural de Europa, al resistir contra los cierres teatrales de otras comunidades de España y del resto de capitales europeas. La espera mereció la pena para asistir a una representación que funciona de principio a fin.

Al conocer que, tras su paso por el Centro Cultural de la Villa madrileño, actual teatro Fernando Fernán Gómez, Hipólito y Mapi volverían con la obra al histórico Teatro Infanta Isabel, decidimos aplazar esta crítica hasta su estreno en este coliseo centenario de la calle angosta y castiza del Barquillo de Madrid.

Como sabe el lector que va siguiendo nuestras crónicas teatrales, siempre nos gusta dedicar las primeras líneas al teatro al que asistimos para ver la representación.

En este caso es la bombonera del Teatro Infanta Isabel, una antigua sala de cine levantada en el año 1907 y reconvertida en teatro muy pronto (1914), ubicado en esa barojiana calle del Barquillo y muy próximo a la esquina donde don Ramón de la Cruz ubicó su sainete “La casa de Tócame Roque”. Sala cercana también a donde estuvo el Teatro Circo Price, en la Plaza del Rey, destruido en 1972 en una vergonzosa operación urbanística que como paradoja ofrece que hoy, sobre los rescoldos, se levante el Ministerio de Cultura.

Un momento de la función de "Rita".

Teatro este del Infanta Isabel muy próximo también al Cuartel General del Ejército, sede en otro momento de la presidencia del Consejo de Ministros y que albergó el cuerpo del General Prim herido en la calle del Turco y en cuyos balcones que dan a la calle Barquillo, el presidente Azaña ofreció al pueblo congregado alguno de sus famosos discursos.

Me encanta este teatrito del Infanta Isabel, con su patio de butacas, con sus palquitos en galería. Hemos vivido buenas noches de teatro allí con el inolvidable Arturo Fernández acompañado del recordado y joven fallecido Tomás Gayo o noches para recordar con El Brujo. No me olvido tampoco del gran Emilio Gutiérrez Caba en aquella función de “La mujer de negro” con Jorge de Juan, que casi le cuesta dar a luz en pleno teatro a mi mujer, entonces embarazada,  a punto de provocarlo el susto final intencionado con que se despedía a los espectadores que abandonábamos la sala.

Y cómo no recordar cuando pasamos al Infanta a su empresario durante 60 años don Arturo Serrano, hijo del fundador del mismo nombre, y a la inolvidable Isabelita Garcés, mujer de Serrano y compañera inseparable de Marisol en sus películas. Una actriz muy popular que enganchaba enseguida con el público dada su facilidad natural que tenía a la hora de llegarle al corazón.

Este teatro estuvo a punto de perderse, como tantos otros, pero tuvimos la suerte de que un autor y productor como Santiago Paredes, junto a un matrimonio de arquitectos como son los riojanos Ana Achiaga y Antonio del Castillo, lo reformaran y luego compraran, siendo ahora Achiaga y Castillo sus dueños y quienes lo regentan directamente.

El teatro está cuidado. En su fachada bien pintada, destaca su entrada con las dos históricas taquillas, una para entradas y otras para contaduría, que no se ven ya en ningún teatro de España. También su interior, por lo menos la sala (los camerinos son otra cosa), reluce. Un consejo a la propiedad: la web debe tener un apartado histórico que hoy no se ve por ningún sitio y no estaría mal en el vestíbulo hacer un guiño a la historia teatral de su sala con un recuerdo especial a don Arturo Serrano y a Isabelita Garcés.

El matrimonio con la perrita "Rita", que da título a la obra.

He hecho este despeje de plaza como un alguacilillo que diría un castizo taurino, para pasar ya a cantar y a contar el buen rato de teatro que pasamos viendo al matrimonio Carlos Hipólito y Mapi Sagaseta, renovando esa tendencia en la historia del teatro español de ver en escena a parejas de actores y actrices, matrimonio en la vida real.

Uno se acuerda de aquellas parejas de cómicos como Emilio Gutiérrez e Irene Caba (padres de los tres Gutiérrez Caba); Erasmo Pascual y Rafaela Aparicio; Valeriano León y Aurora Redondo;  Loreto Prado y Enrique Chicote;  Enrique Diosdado y Amelia de la Torre; Carlos Larrañaga y María Luisa Merlo; Guillén y Gema Cuervo o Pepita Serrador e Ibáñez Menta. Hasta mi bisabuelo, José López Alonso con su mujer Carmen Galiacho pasaron un largo tiempo actuando conjuntamente en el teatro Romea de Barcelona, formando su compañía.

Para el lector rápido que necesita un titular, decirle que de esta divertida y entrañable obra “Rita”, usted va a salir mejor de como entró. Y ese ha sido el principal objetivo que ha tenido el teatro de siempre. Deme usted, empresario, un teatro céntrico, un buen texto, una correcta puesta en escena y una dirección sincera con, por supuesto, buenos actores y el éxito de taquilla está asegurado. Es el caso de “Rita” que acierta plenamente, y el desacierto, en cambio, de tanta oferta teatral comercial que yerra por olvidarse de esos citados cuatro ingredientes básicos del teatro de toda la vida. El teatro público es otro tema, pues dispara con la pólvora ajena, esa que proviene de nuestros impuestos.

“Rita” funciona de principio a fin porque se basa en un texto de una autora como Marta Buchaca, la cual ya lleva, a pesar de su juventud, una larga trayectoria como interesante dramaturga. Acierta Buchaca en “Rita” al construir bien el planteamiento, su nudo y el desenlace de la obra, a través de una pareja de hermanos, Julia y Toni, quienes se encuentran ambos ante uno de esos acantilados vitales por el que caminamos todos como es la muerte de los seres queridos.

Un planteamiento escénico que la autora centra en una madre enferma con Alzheimer que sufre, y, en paralelo, una perrita llamada “Rita”, con el mismo nombre que la progenitora de Julia y Toni, que se enfrenta también a esa inyección final que alivia una enfermedad incurable. La autora sabe, y lo aprovecha, que vivimos en una sociedad mascotizada donde el animal se iguala poco a poco al ser humano. La muerte de un gato o un perro se vive como drama familiar. Tampoco Marta olvida el debate de la eutanasia, aunque solo lo señala.

Buchaca traza acertadamente los personajes de los hermanos. Por una parte, una dubitativa Julia que parece que todo lo somete a la duda, pero que cuando llega el momento de la verdad sabe ser resolutiva y valiente. Por otro, el hermano Toni, aparentemente asertivo, pero lleno de inseguridades, preguntas sin respuesta, divorciado, a solas con su perrita, hipocondríaco y un tanto maníaco, pero como su hermana, ambos son entrañables para el espectador, que conecta y se ríe con los diálogos irónicos y divertidos que logran mantener en alto la obra hasta el final. 

La obra funciona porque, aparte de este bien construido texto dramático, nos encontramos en el escenario con un descomunal Carlos Hipólito, que es capaz de hace un par de meses regalarnos un antológico Macbeth y ahora salir en el escenario a interpretar a un corriente españolito llamado Toni.

Hipólito es un todo terreno del teatro español. Yo lo descubrí como joven actor hacia 1989 en un prodigio de montaje de Narros y Layton en “Largo viaje hacia la noche” de O’Neill, con un inconmensurable Alberto Closas. Su impecable resolución escénica de todo lo que emprende como actor está a la altura de los más grandes que uno ha visto en el teatro español. Como dice otro grandísimo, como es el actor Manuel Galiana: “ahora mismo Hipólito está un paso por delante del resto”.  

Esta “Rita” nos ha regalado el reencuentro con una actriz como la canaria Mapi Sagaseta, divertida, cercana al público, sin el más mínimo fallo en el escenario y con una solvencia y presencia admirable en escena. Y lo que mejor se puede decir de ella es que en el ring escénico con su marido, un Cassius Clay del teatro como es Carlos Hipólito, el combate hipotético sería nulo por empate técnico entre las decisiones del público que reparte mismo número de puntos (aplausos) a los dos.

Dirección y escenografía

Nos gustó mucho la dirección de Lautaro Perotti, uno de esos directores que a lo mejor no tiene el nombre o el tirón de esa larga lista de directores españoles que hoy en día se pavonean por los escenarios, pero cuya dirección se nota para el éxito de esta “Rita”, y ese logro es muy difícil cuando se dirige a un actor de la talla de Carlos Hipólito. También nos gustó la escenografía movible en el escenario que ha diseñado Alessio Meloni, como esa original resolución final de la obra que a nosotros nos emocionó, como también a un público que en gran número para los tiempos que corren, se había congregado esa tarde en el recinto histórico del Infanta Isabel.

Ese mismo respetable público que puesto en pie obligó a salir reiteradamente al escenario a esta gran pareja de actores, Hipólito y Sagaseta, a las que nos encantará ver juntos en escena de nuevo y quién sabe si algún día verlos actuar junto a su hija Elisa, quien apunta, gracias a la excelente formación que va atesorando, a convertirse en una estupenda actriz de esos grandes musicales, cuya vuelta a los escenarios deseamos ocurra muy pronto.

Nada mejor para cerrar esta crítica que referirme al comentario que hicieron una pareja acabada la obra y mientras aplaudían de pie: “No sé si sabes, Manolo, que también son hermanos en la vida real”.  Cuando la ficción la convierte el propio espectador en su realidad, la propuesta teatral es un éxito.

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