20 de abril de 2024
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FIN DE SEMANA

Esta pandemia acabó con la vida de 50 millones de personas en Europa en tan solo seis años

Descubren en un esqueleto de hace cinco mil años la bacteria que causó la mayor epidemia de la Historia: La Peste Negra

Recreación de un médico durante la peste negra.
Recreación de un médico durante la peste negra.
Un grupo de investigadores ha hallado la cepa más antigua de la bacteria que ocasionó la peste negra en un esqueleto de hace 5.000 años. Esta enfermedad, que surgió en roedores y fue transmitida a los humanos por las pulgas, causó en el siglo XIV la muerte de millones de personas debido al desconocimiento de su origen y a la falta de medidas sanitarias para combatirla. El hallazgo cuestiona la teoría de que la bacteria surgió por la alta densidad de población de las grandes ciudades.

En el año 1348 se propagó por Europa una terrible enfermedad desconocida que, en tan solo seis años, provocó la muerte de 50 millones de personas, ya sea como consecuencia directa de la infección o como consecuencia indirecta de la desorganización social, que provocó muertes por hambre y el fallecimiento de niños y ancianos por abandono o por falta de cuidado. En ese periodo, existían algunas enfermedades muy temidas como la gripe, la disentería o la lepra, pero ninguna se pudo comparar a la que fue bautizada como la peste negra. La principal razón del enorme impacto que supuso esta enfermedad fue la ignorancia del origen y del desconocimiento de las herramientas para combatirla.

Debido a que tuvo lugar durante la Edad Media, la mayoría de las teorías sobre su origen estaban basadas en fenómenos sobrenaturales relacionados con la ira de Dios por los pecados de la humanidad. No fue hasta cinco siglos más tarde cuando se descubrió el verdadero origen de la peste: Las ratas negras y otros roedores, que transmitían la enfermedad mediante los parásitos que habitaban en ellos y que picaban a los humanos, especialmente las pulgas.

Cuadro que muestra cómo las ratas devoran a un difunto.

En esa época, el contacto entre ratas y humanos era algo inevitable ya que estos animales estaban presentes en las calles, casas, graneros e incluso en los barcos que se utilizaban para el comercio internacional, por lo que cualquier persona era vulnerable al contagio.

La señal clave que evidenciaba la enfermedad era la inflamación de alguno de los nódulos del sistema linfático, bien en ingles, axilas o cuello, que a su vez provocaba supuraciones, altas fiebres, escalofríos o delirios en los enfermos. Estos bultos, provocados por la inflamación, reciben el nombre de bubones y de ellos proviene el término peste bubónica. Pero había otras variantes de esta enfermedad que acababan con la vida de cualquiera que las padeciera, como la peste septicémica en la que el contagio pasaba a la sangre o la peste neumónica, que afectaba al aparato respiratorio y podía contagiarse a través del aire.

Pese a que esta pandemia tuvo lugar hace casi 700 años, dar una cronología exacta del origen de la bacteria, la Yersina pestis, todavía hoy supone una gran incógnita para los científicos, y más tras el reciente descubrimiento de la bacteria en un esqueleto de hace 5.000 años.

Los restos en los que ha sido localizada son los de un cazador recolector de unos 20 o 30 años encontrados en una excavación del siglo XIX en el territorio de Letonia, aunque no fue hasta el año 2011 cuando se descubrió este esqueleto en concreto junto a otros tres que le acompañaban.

Restos de un hombre que falleció a causa de la peste.

Tras un análisis del hallazgo, los científicos descubrieron que la cepa que se encontraba en el cuerpo de este hombre no era idéntica a la que provocó la peste negra, pues todavía le faltaban los genes que permitían que las pulgas transmitieran la enfermedad, pero su descubrimiento permite cuestionar la teoría de que surgió a causa de la gran densidad de población en las ciudades.

En la actualidad la peste aún no ha sido erradicada, dándose casos en zonas de África, Asia y Sudamérica y afectando a alrededor de 3.000 personas en todo el mundo. Sin embargo, gracias a los tratamientos de los que dispone la medicina moderna el 85% de víctimas que sufren esta enfermedad consiguen sobrevivir.

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