25 de abril de 2024
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FIN DE SEMANA

El presidente de Amithe escribe para elcierredigital.com la crónica del espectáculo de despedida de la última gran dama de la escena española

Concha Velasco triunfa desde su trono con “La habitación de María” en el Reina Victoria

Concha Velasco en La habitación de María.
Concha Velasco en La habitación de María.
Volvíamos al Teatro Reina Victoria para ver, mejor admirar, a Concha Velasco en “La habitación de María”. Hacía años que no nos acercábamos a este histórico y señorial teatro de Madrid que, en su centenaria historia (fue inaugurado en 1916), ha acogido inolvidables estrenos y unas tablas que han sido pisadas por los más grandes actores y actrices de España.

Habíamos tardado en volver al teatro Reina Victoria de Madrid porque, adquirido primero por el televisivo Carlos Sobera y luego por Pescaderías Coruñesas, su programación había girado al espectáculo facilón y a un teatro que no es de nuestro gusto como aficionados.

Ahora, y de la mano de Jesús Cimarro (Pentación), quien es un rey Midas de todo lo que toca, parece querer devolvérsele al Reina Victoria ese aroma perdido a teatro de grandes nombres y autores que le dio fama. Un teatro que para los aficionados lleva unos años desnortado desde que se fue Enrique Cornejo, el último empresario romántico español, que bañó al Reina Victoria del mismo señorío que él atesora como persona.

Antes de adentrarme en la crítica de la obra, y porque nobleza obliga, permítame el lector que dedique unas palabras de recuerdo al amigo Cornejo que salvó a este encantador teatro de ruina artística y arquitectónica, entregándole muchos años de pasión y cuidado, dejándose su dinero en una buena programación y excelente atención.

Concha Velasco sobre las tablas del Reina Victoria.

Me emocionó, así, ver las butacas con los nombres de grandes actrices y actores españoles que Cornejo, al estilo de Londres y Nueva York, impulsó. Por ejemplo, nos sentamos detrás de una musa de la Transición escénica que fue Victoria Vera. Recordaba viendo el escenario aquellas cenas que Enrique organizaba en las mismas tablas para acercar el teatro a la sociedad civil española. También sus premios “Ama el teatro”, que tuve el honor de recibir de sus manos. El arreglo, igualmente, que hizo del foyer del primer piso. El cuidado con el que mimó el despacho de Muñoz Lusarreta, histórico empresario del Reina Victoria. El especial tratamiento de los bellos mosaicos del suelo que un desalmado ladrón deterioró cuando robó y arrastró la caja fuerte del empresario. Cuando miraba a la bóveda corredora de la sala, recordé también a Cornejo quien soñaba en volver a abrirla en noches de verano para ver las estrellas de Madrid.  Ahora Cornejo, el último romántico del empresariado español, cuida, mima, acuna, como solo hace él, su Teatro Muñoz Seca de Madrid y el Teatro Zorrilla de Valladolid.

La despedida de Concha Velasco

Pero no nos olvidemos de la obra teatral, pues fuimos al Reina Victoria a admirar a Concha Velasco. A Concha se le va a ver con independencia de lo que represente.  Y más, si como ha anunciado ella, ésta será su última obra. No la vimos con la otra obra de su hijo que fue “El funeral”, pero sí que la admiramos en una soberbia “Juana la Loca” de Caballero y Gerardo Vera, que bordó en La Abadía.

Concha es de las pocas actrices que llenan, la anuncien con lo que la anuncien. Y bien que lo consiguió estas Navidades en la tarde en que fuimos a verla, con un entradón y eso en plena pandemia. Concha es patrimonio del pueblo español y por eso gente de todas las edades y condición se acercaron al teatro de la Carrera de San Jerónimo.

De la Velasco guardo un entrañable recuerdo personal cuando en 1998 le concedimos el premio nacional de teatro Pepe Isbert en Albacete de Amithe, pero no en el Teatro Circo que andaba aun sin reformarse, y se lo dimos en el Teatro de La Paz.  No olvidaré el trayecto hacia el teatro en el coche conduciendo su marido Paco Marsó. Ahí me di cuenta de la especial e intensa relación entre ellos. Por cierto, aquel día pasó al anecdotario de los premios porque la presentadora llamó a Concha Velasco a escena para recibir el premio y aquella soltó un célebre: “Hoy es un honor tener aquí de cuerpo presente a doña Concha Velasco”. Y la Velasco se levantó y comenzó a gritar “eh, nena, que estoy viva, que estoy viva”. Al día siguiente la llamó Luis del Olmo en su famoso programa “Protagonistas” para interesarse y asegurarse de que seguía viva y que no había estado de “cuerpo presente” en Albacete.

La actriz Concha Velasco desde el patio de butacas.

Pero entremos en faena de lo visto en el Reina a Concha Velasco. La obra, “La habitación de María”, está escrita por su hijo Manuel Velasco, como ya hizo con “El funeral”. En este caso, se han rodeado en la dirección de un nombre consagrado como José Carlos Plaza y con la producción de éxito que es la de Pentación de Cimarro. Aunque siempre he pensado que a los grandes nadie los dirige, como tal.

El argumento, el nudo y el desenlace de esta obra son muy sencillos y sin grandes giros dramáticos. Una afamada escritora, Isabel Chacón, cumple ese día 80 años. Lleva sin salir más de 40 años, por sufrir agorafobia, de su domicilio en la planta 47 de un rascacielos madrileño. Esa noche se produce un incendio y todos los inquilinos son obligados a evacuar el inmueble. Pero para Isabel es imposible abandonar el rascacielos, porque sencillamente su enfermedad le impide salir de casa. Las llamas empiezan a alcanzar su planta y solo tiene contacto con el exterior con una entrevistadora de TV que le va dando instrucciones. El desenlace de la obra, al desvelar el drama familiar que sostiene su aislamiento, es lo mejor de la obra.

Concha Velasco, sentada toda la obra en una silla, desgrana sobre el viejo escenario del Reina un recital interpretativo. Concha convierte lo aparentemente dramático de la situación, en una comedia que aligera el drama. Y lo logra por su forma única de encarnar a un personaje como Isabel Chacón, que ya está de vuelta de todo por su soledad y a causa de su indolencia y cinismo. Concha, además, conecta desde que se sube el telón con el espectador. Ella es consciente de que vamos a verla y admirarla. Y se entrega sin un fallo interpretativo en esos casi 80 minutos en escena y clavada, además,  a una silla.

La eficaz escenografía de Paco Leal y los efectos audiovisuales, por lo menos la tarde noche en que asistimos a la obra, funcionan y están coordinados. No obstante, dejo aquí anotado que es una pena que se siga utilizando el micro que quita naturalidad al teatro. Además, Concha sigue teniendo una voz que no necesita de esos micrófonos camuflados que nos traen el eco de estos tiempos de pantallas y conferencias on line.

Concha lidia esta obra de “La habitación de María” como un veterano maestro del toreo ante un toro facilón y lo hace sin despeinarse, sin mancharse el traje, con magisterio y sacando  una enorme entrega y resistencia física de donde ya no sobra.

Siguiendo el símil taurino, al acabar la faena le llovieron a Concha los pañuelos al aire del viejo Teatro Reina Victoria, en forma de un público que, puesto en pie, la despedía como gloria de la escena nacional, a punto de la retirada. Y ella, como un toro bravo, se vino arriba y se  puso en pie para devolver al público tanto cariño.

Vayan a verla, les repito, a lo mejor no vuelven a admirarla más en escena. Cada vez más, Concha se acerca al corte de la coleta. Y España debe despedirla como merece, al ser indiscutible que ya es  patrimonio nacional del pueblo español.

Más que “La habitación de María”, esta obra habría que haberla titulado como “El trono de Concha”. Ese trono del teatro español, yo diría que del espectáculo en general, en que se sienta la Velasco desde hace muchos años, sin que nadie le arrebate ese puesto de reinado.

Cuando Concha se vaya, propongo que dicho trono se retire de la escena española, como hacen con las camisetas y números de esas leyendas del básquet americano que se cuelgan para siempre en el llamado Pabellón de la Fama. Gracias, siempre, Concha de España.

 

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