La lista amorosa de Chábeli Iglesias: 22 años de su boda con el empresario Altaba
Famosa desde la cuna, la hija de Julio Iglesias e Isabel Preysler ha tenido un amplio historial de parejas.
Lejos del perfil mediático que la primogénita del matrimonio de Isabel Preysler y Julio Iglesias tenía antaño, la vida de Chábeli Iglesias en Miami (Estados Unidos) es ahora mucho más discreta. En un año rodeado de celebraciones para Chábeli —los 80 años de su padre y la boda de su hermana, Tamara Falcó—, la primogénita de ‘la Preysler’ ha querido poner un emotivo mensaje a su marido Christian Altaba, por el 22 aniversario de su boda. “Después de 22 años solo quiero decirte que te quiero y siempre te querré. Soy muy feliz junto a ti”, escribía en su perfil de Instagram.
Un matrimonio lleno de altibajos que ha perdurado en el tiempo. Ambos viven en una lujosa mansión de Miami, adquirida justo después de la pandemia de la Covid-19, alejados del foco mediático que tanto siguió a Chábeli con sus anteriores parejas.
La historia de amor de Christian Altaba y Chábeli Iglesias
Christian Altaba, hijo de un empresario inmobiliario de origen mallorquín que vivía en Miami, y Chábeli Iglesias, la primogénita del matrimonio de Isabel Preysler con Julio Iglesias, se casaron el 8 de octubre de 2001. Fue una boda civil rápida y sin invitados en su casa de Florida, a la que no asistió ninguno de sus padres. El único miembro de su familia que estuvo presente fue el hermano de Chábeli, Julio José, que hizo de testigo.
En ese momento, Chábeli estaba embarazada de tres meses. Tan sólo dos meses después de su boda nacería de forma muy prematura, tras un complicado parto en el Memorial Jackson Hospital de Miami, su hijo Alejandro, el 14 de enero de 2002. La primogénita estaba en Punta Cana, en la casa de su padre, cuando comenzó a sentirse mal y Julio Iglesias la llevó en su avión privado hasta el hospital, uno de los mejores centros de prematuros de Estados Unidos. El niño pesó escasamente setecientos cincuenta gramos. Estuvo dos meses ingresado y no hubo ni un solo día en el que Chábeli no fuera a verlo.
Justo diez años después nacería su hermana Sofía, el 4 de enero de 2012. Pero la relación de Chábeli con el empresario Altaba ha tenido sus más y sus menos. Así, el 4 de septiembre de 2007, la hija de Isabel Preysler presentó una denuncia contra su marido en la corte de Miami. Lo acusaba de violencia doméstica por insultos. Además, declaraba que Christian "se encontraba intoxicado con alcohol durante la discusión, y de pronto sentó a nuestro hijo en sus piernas y le dijo: tu mamá es un p... Cuando llamé a la policía, salió huyendo de casa". Sin embargo, según contó más tarde la propia Chábeli en la revista ¡Hola!, "a la mañana siguiente, Christian me pidió perdón y me prometió que nunca más volvería a ocurrir algo semejante", como asegura que ha sido desde entonces.
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En marzo de 2010, sufrió un aborto natural tras cuatro meses de embarazo y, aunque nunca lo llegó a confirmar, podría haber estado esperando mellizas. Fueron también días duros para el matrimonio. Fue cuando Chábeli se reencontró con su madre, que nada más conocer la situación decidió trasladarse a Miami para cuidar y proteger a su hija, a la que sigue llamando “mi pequeña”.
Los primeros intereses amorosos de Chábeli
El 3 de septiembre de 1971, tan sólo siete meses y escasos días después de su boda (20 de enero), nació María Isabel Iglesias, conocida como Chábeli, en el Hospital Nuestra Señora de Cascais, en Portugal. A pesar de su presunta prematuridad, nació con tres kilos y trescientos gramos de peso.
Desde que nació Chábeli todo lo que la niña hacía despertaba interés: su comunión, la paga mensual de papi (el famoso cheque Chábeli), su mal camino en los estudios, sus vacaciones o sus amoríos. La primogénita era presa de la atención de los paparazzi. Todo interesaba. Y desde entonces no ha dejado de protagonizar exclusivas y cotizadas entrevistas: su boda y posterior divorcio con el polémico Ricardo Bofill, su complicado primer embarazo, el nacimiento de sus dos hijos, Alejandro y Sofía, los dos primeros nietos de la abuela Isabel Preysler, etc.
Fue pionera en aparecer en los medios de comunicación por ser hija de alguien famoso. Cuentan sus conocidos que Isabel Chábeli Iglesias ha heredado la elegancia de su madre y el espíritu aventurero de su padre. Desde los 14 años hasta la actualidad son numerosos los novios que ha tenido o que le han atribuido. Fue en 1985, cuando las revistas se hicieron eco de su primera amistad masculina. Se trataba de Antonio Garrigues Miranda, hijo de Antonio Garrigues Walker, abogado de renombre, y que contaba con 18 años, cuatro más que ella. El joven Garrigues era campeón de España de paddle tenis, un deporte que apasionaba a la jet, entre ellos a Isabel Preysler, y Chábeli tuvo interés en conocerlo para que le diera clases. Por entonces ya había pasado de niña a mujer, como relata la canción de su padre. Pero su “relación” tan sólo duró unos cinco meses, pues se cuenta que, a pesar de juventud, Chábeli ya tenía muy claras las cosas y no soportaba que Antonio, por sí mismo, fuera protagonista de reportajes y de alguna que otra portada.
En el verano de 1987 ya se hizo oficial su amistad, eso sí, con exclusiva de por medio, con Pablo de Hohenlohe, un chico guapetón, sobrino del príncipe del mismo apellido y nieto de la duquesa de Medinaceli, al que conoció en Marbella. Sin embargo, unas fotos robadas a la pareja en actitud muy cariñosa durante una cita en la playa del Marbella Club y, en las que parece tuvo que ver el propio Hohenlohe, hicieron que Isabel Preysler, además de impedir su publicación, prohibiera a su hija volver a ver al joven aristócrata. A raíz de esta separación, Chábeli se dejó acompañar durante algún tiempo por Alfonso Goyeneche Ordovás, hijo de los condes Ruiz de Castilla pero aquella relación tampoco cuajó por controversias familiares sobre la publicación de una carta que la niña había enviado a su entrañable amigo Pablo.
Un año más tarde, en el verano de 1988, la policía evitó el secuestro de Chábeli durante las vacaciones de ésta en Ibiza junto a su padre, Julio Iglesias, que se encontraba descansando en el lujoso hotel “Pike's”, una residencia de tan sólo veinte habitaciones edificada en una antigua casa de payeses en la isla pitiusa. Gracias a la labor policial, el secuestro fue desarticulado antes de su consumación.
El temor a otro posible intento de secuestro, como ya ocurrió con el doctor Iglesias Puga, hizo que Chábeli marchara definitivamente a Estados Unidos a vivir junto a su padre. Comenzó a estudiar en la Gulliver Preparatory School, de Miami. Fue allí donde conoció al cubano Carlos Echevarría con el que saldría hasta marzo de 1989. Este Carlos desapareció entonces de la escena y fue sustituido por otro homónimo, Carlos González, un joven dominicano que sólo consiguió entretenerla apenas cuatro meses, ya que a principios de ese mismo verano recuperó a un antiguo amigo íntimo, Pablo Fuster, hermano de Ricky, el exnovio de Isabel Sartorius, con quien se le vio pasear durante poco más de un mes. En julio de 1989, se encontró también con Pedro de Felipe, de 23 años, un estudiante de Empresariales hijo del íntimo amigo de correrías de su padre y conocido futbolista del Real Madrid.
Fhadi Mudarres, el primer gran amor de Chábeli
Estos flirteos amorosos se terminaron cuando entró en escena el millonario libanés Fhadi Mudarres. Su primer gran amor. Se habían conocido en Inglaterra en la época en la que Chábeli había estado estudiando. El romance se afianzó y en la primavera de 1990 se fueron a vivir juntos a Washington, donde Fhadi estudiaba derecho. Ella se matriculó en una escuela de arte y diseño. Contaba con tan sólo 18 años. Todo indicaba que las cosas marchaban bien hasta que en las navidades de ese mismo año la pareja comunicó su separación a través de una exclusiva, como no podía ser menos.
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A partir de ese momento, la hija de Julio e Isabel, regresó a España, a casa de mami, y comenzó a viajar de forma constante. También empezó a hacer sus pinitos televisivos, con apariciones fugaces en la pequeña pantalla americana de Univisión, donde sus índices de audiencia fueron tan bajos como los que años después cosecharía su madre en Tele 5 y su hermana Tamara en Cosmopolitan TV.
Por aquellas fechas se la vinculó con Eugenio Leal, un diplomático nicaragüense de veinticuatro años que conoció en la primavera de 1991 en Washington; posteriormente, con Gabriel Simón, oftalmólogo de Miami. Más tarde, recuperó a Carlos Echevarría y, como era posible esperar, también se reconcilió con Fhadi Mudarres, con el que rompió definitivamente en las vacaciones de 1991 —de nuevo con exclusiva de por medio.
Es en esta misma exclusiva donde presentó a su nuevo amor, Pedro Pinto-Coelho, de veinte años e hijo del pintor del mismo nombre, al que había conocido en la casa materna cuando ella posaba para un retrato, al igual que lo hizo su madre—. Sin embargo, Chábeli no quería perder oportunidades, así que mientras se veía con el portugués también frecuentaba a escondidas la compañía de Miguel Báez Litri, el conocido torero; se escapaba con Ramsés Trujillo, hijo de Lita Trujillo; o aparecía en las revistas publicitando su enamoramiento de Mathias Bonder, un americano dedicado a los negocios de importación y exportación en Miami. Este fue su segundo gran amor. La relación con Mathias se dio a conocer en febrero de 1992 aunque se veían desde hacía meses. Con él tampoco llegó a los altares, a pesar de que Chábeli insistía en privado que “es el único que me ha dado paz y tranquilidad”. Aunque indican que en más de una ocasión declaró, siguiendo los pasos de Isabel, que “mi madre me ha enseñado que las personas una vez que terminan su relación sentimental deben mantener el compañerismo y la amistad. El amor acaba desapareciendo siempre”.
La boda “exclusiva” con Ricardo Bofill
Cuando Chábeli cambió de agente y se puso en manos de la agencia de prensa Keystone-Nemes, apareció en su vida Ricardo Bofill Maggiora, un aspirante a playboy, hijo del conocido arquitecto catalán Ricardo Bofill Levi y de la actriz italiana Serena Maggiora Vergano, una de sus cuatro mujeres.
Fue en enero de 1993, durante un viaje a Marruecos, cuando Chábeli y Bofill se conocieron y se enamoraron, preparando de forma inmediata su vida en común. Y aunque en abril la revista Diez Minutos anticipó la noticia de la boda, según parece por una indiscreción, que encolerizó a Chábeli, de su abuelo el doctor Iglesias, unas semanas más tarde fue, cómo no, ¡Hola! quien se encargó de oficializarla mediante una exclusiva posada y pagada. La fecha clave para la boda se fijaba el 11 de septiembre de 1993. El enlace se celebraría en el Taller de Arquitectura del padre de Ricardo Bofill, una antigua fábrica de cemento en Sant Just Desvern, a las afueras de Barcelona.
Isabel quería controlar todos los aspectos de la boda y por eso ese verano decidió cambiar la Marbella hortera de Jesús Gil por la Costa Brava. La familia Boyer-Preysler se preparó para pasar las vacaciones en la masía Les Corts, en la urbanización de Camp de Pilans, en la localidad gerundense de L’Escala. Mami quería estar cerca de su consuegro Ricardo Bofill, que tiene una casa en Mont-Ras, en Gerona, y tener fácil acceso al Taller de Arquitectura. Pero no fue un camino de rosas. Isabel se encontró con el rechazo de una parte de la cerrada sociedad catalana, que ni siquiera contó con el matrimonio Boyer para el tradicional suquet de peix, oficiado por el conocido productor Pere Portabella, con el que se abre oficialmente la temporada estival para la jet barcelonesa.
Isabel Preysler, que siempre se ha declarado católica, pretendió también que al margen del acto civil de la boda se celebrara una misa en el mismo taller oficiada por el padre dominico Bartolomé Vicens, por entonces auxilio más material que espiritual de la familia Preysler, confesor del rey Juan Carlos y el sacerdote que finalmente bautizó a Ana Boyer en Madrid en la más estricta intimidad tras el fiasco de Isabel Preysler en Marbella con su bautizo frustrado.
Sin embargo, la misma tarde del sábado 11 de septiembre, el arzobispo de Barcelona, Ricardo María Carlés, hacía público que según las normas de la Iglesia, no es consecuente casarse civilmente y, a continuación, celebrar un acto litúrgico “fuera del lugar sagrado”. Sólo pudo celebrarse la ceremonia civil, oficiada por la juez de paz Inmaculada Castellví, que regentaba una panadería en el mismo Sant Just Desvern y que pidió el consentimiento en catalán a Ricardo y en castellano a Chábeli.
La boda trajo, cómo no, ganancias económicas para Chábeli, aunque algo disminuidas por el despiste de papuchi, pero ésta no se rindió y luchó por cubrir las supuestas pérdidas. Al considerarse la boda como un acontecimiento social interesante para todos los lectores de este tipo de revistas, las publicaciones del sector llegaron a un acuerdo entre todas para que se tratara de una exclusiva compartida. La agencia contratada por Chábeli, Keystone-Nemes, hizo pública la decisión de vender las mismas imágenes a todas las revistas que tuvieran interés por ellas. Al ser exclusiva compartida, no pudo sacar tanto dinero como pensaba en un principio pero aun así, consiguió treinta millones de pesetas por esas fotos. El pago de los treinta millones se repartió equitativamente entre las revistas interesadas: ¡Hola!, Lecturas, Semana y Diez Minutos. Las fotos las harían los profesionales de la agencia Keystone y para asegurarse de ello, no permitieron la entrada de cámaras en el recinto, ni siquiera a los invitados. Lo que sí consiguieron las revistas fue una invitación para que pudiera asistir un reportero de cada una de ellas. Por supuesto, y a pesar de que las fotos eran las mismas, las revistas duplicaron su venta.
Chábeli llevaba puesta una creación de Dafnis sobre una idea de Valentino, de corte romántico, en organza natural y encaje de Valenciennes, sin hombros, ajustado en la parte superior y con tres capas de organdí sobre el corpiño y una capa de encaje que se abrochaba a la espalda y arrastraba más de dos metros. El banquete fue servido por El Bulli de Roses y empezó con un caviar en gelée con mousse de rábanos, ensalada de pichón con alcachofas, setas y truffée surprise. Después, suquet de bogavante con rape al agua de mar y, por último, un sabayón de frutas de la pasión con frambuesas. Los vinos fueron blancos catalanes y tintos riojas. La tarta nupcial era de mousse de coco y biscuit con almendras, toda recubierta de grosellas.
Al enlace de “la niña” de Isabel no asistió su exmarido el marqués de Griñón, como tampoco lo haría años después a la de Julio José Iglesias Preylser, pero sí que lo hicieron dos de los hombres que han llenado el corazón de la filipina, el padre de su hija Chábeli, Julio Iglesias, y su último marido, Miguel Boyer. También acudieron algunos de los que han llenado el corazón de su primogénita, Ramsés Trujillo (que debió de ser perdonado) y Pedro Pinto-Coelho (que debió perdonarle a ella sus infidelidades). Tampoco faltaron a la cita la modelo holandesa Miranda Rijnsburger —actual mujer de Julio Iglesias a la que éste lleva 22 años de diferencia de edad y madre de cinco de sus hijos—, su abuela Charo de la Cueva y el doctor Iglesias Puga, que, sin embargo, tuvo que asistir sin la compañía de Ronna Keitt, su entonces novia y posteriormente mujer, que en esos momentos contaba con treinta años, cuarenta y seis menos que él. Según cuentan, fue la madre de Julio Iglesias la que dictaminó la ausencia al plantear claramente: “O ella o yo”.
“Exclusiva luna” de miel y ruptura
Tras su boda, la pareja también recibió tres millones de pesetas de cada una de las cuatro revistas del corazón por sus fotos de luna de miel en las playas de Barbados. En total, fueron doce millones lo que percibieron, pero la rentabilidad de este reportaje fue muy inferior a la de su boda, ya que las revistas apenas aumentaron sus ventas habituales. Tan sólo unos meses después, en las navidades de 1993, Chábeli y Ricardo lanzaban al mercado un famoso vídeo donde mostraban su amor: “Chábeli enamorada: de niña a mujer”. Un video que grabaron en Madrid, Barcelona, México y Nueva York.
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Por entonces, la pareja Chábeli-Bofill parecía muy enamorada, pero dicen que no sólo de amor vive el hombre, y cuando sólo cumplía un año de matrimonio ya se comenzaba a hablar de crisis sentimental; y seis meses después se separaban oficialmente. Este matrimonio fue un capricho más en su vida de niña mimada. Las familias de ambos intuían desde el inicio que la unión no duraría mucho tiempo, como así fue.
En 1999, protagonizó un aparatoso accidente de tráfico en el barrio de Santa Mónica en Los Ángeles, California, en una intersección entre las calles Broadway y la calle 20, al chocar contra otro vehículo, cuyo conductor resultó ileso. En el accidente, Chábeli fue expulsada por el techo solar del coche a una distancia de 15 metros y sufrió múltiples contusiones. La investigación del accidente determinó que su supervivencia “fue un milagro”. La convalecencia resultó larga y tortuosa. En el accidente viajaba con su entonces pareja, el empresario estadounidense James Miller, con quien terminaría en diciembre del año siguiente. Después de Miller, conoció a Christian Altaba, su actual marido con el que acaba de cumplir 22 años de casados.
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