La 'cara B' de Tamara Falcó (I): El enfado de Julio Iglesias por su nacimiento
El cantante le pidió explicaciones en 1981 a su exmujer porque su primogénita en común se llamaba igual: María Isabel
El pasado 8 de julio tenía lugar uno de los eventos más esperados del año: la boda entre Tamara Falcó e Íñigo Onieva. Pese a todos los impedimentos que se le pusieron en el camino a la pareja —infidelidades, problemas con el vestido de novia o incluso con las joyas—, finalmente el enlace tuvo lugar el pasado sábado en la finca 'El Rincón', aquella que Isabel Preysler salvó de "la quema" al Marqués de Griñón —como ya contamos en elcierredigital.com.
Considerado como el evento del año, Tamara vendió la exclusiva a la revista ¡Hola!, que ayer desvelaba las imágenes del enlace. Y es que, al contrario que su hermana mayor, Tamara Falcó Preysler no ha tenido ningún roce serio con la prensa. Es la más extrovertida, simpática, cariñosa y dicharachera de sus hermanos. Es la única hija del matrimonio entre Isabel Preysler y Carlos Falcó, marqués de Griñón. Una niña que vino al mundo el 20 de noviembre de 1981, justo seis años después de la muerte del dictador Francisco Franco. Durante los nueve tranquilos meses de gestación y posterior alumbramiento Isabel Preysler fue atendida por el doctor Eduardo García del Real, que también cuidó del nacimiento de Ana Boyer. Ya no pareció adecuado que el doctor Iglesias Puga, su exsuegro, siguiera atendiendo sus embarazos y partos, como sí había hecho con sus dos anteriores hijos varones, Julio José y Enrique.
A la niña le pusieron el nombre registral de Tamara Isabel, un hecho que no gustó en absoluto a su exmarido Julio Iglesias que, enfadado, la telefoneó para pedirle explicaciones sobre el motivo de elegir Isabel de segundo nombre cuando ya tenía una hija que se llamaba Isabel, Chábeli. Familiarmente su madre la llama Tami, sus hermanastros Tamarik, aunque luego también la llamaron Maruca (algo que le daba mucha rabia) y el servicio doméstico del marqués la definía como “la Presyler chica”. Desde pequeña se convirtió en el fiel retrato de su madre, la más parecida en casi todos los aspectos, con carisma y capaz de manipular los sentimientos de sus padres a placer.
El nacimiento de Tami sirvió para reforzar la relación de la pareja, cuya unión conyugal empezaba a dar señales de debilidad a comienzos de los ochenta. Su bautizo fue planificado por Isabel como si fuera una gran fiesta social de la aristocracia. Para amenizar el acto religioso contrató a Los del Río, el grupo andaluz que ya había actuado en su boda con el marqués de Griñón y del que, más tarde, la filipina fue madrina del lanzamiento de sus discos de sevillanas.
Tamara, una hija más de Miguel Boyer
Desde pequeñita, Tamara fue una niña mimada. Cuentan personas cercanas a ella en aquella época que “en muchos momentos era inaguantable, en parte porque su madre le había inculcado desde siempre que era una persona muy importante, lo que hacía que la niña se sintiera superior”. Bebió del estilo materno desde la cuna, de ahí que sus primeros recuerdos de moda se remonten a los juegos infantiles, en un marco de excepción. “Para mí todo empezó en Dafnis, con María Rosa Salvador. Yo era muy pequeña y me metía en el taller. Recuerdo que me hacían vestidos para mis Barbies, luego en casa yo diseñaba otros vestidos y se los hacía llegar a María Rosa, que me los devolvía con sus comentarios”.
Quizá por un intenso sentido de la libertad y mucha osadía, de pequeña deseaba de tal forma ser trapecista que consiguió que su madre le encargara, a través de sus influencias con la dueña del Circo Mundial, un maillot circense bordado. Sin embargo, en sus estudios no fue una superdotada. Más bien al contrario, sus resultados no eran tan buenos como deseaban sus padres. Y, por supuesto, las matemáticas eran su mayor tortura. Resultó tener un problema de TDA (trastorno por déficit de atención) del que fue tratada, mejorando bastante su rendimiento cuando se lo descubrieron. Estudió en el Saint Anne´s School, el mismo colegio al que iba su hermana Chábeli.
Desde pequeña se acostumbró a la buena vida, veraneando en Marbella junto a otros ilustres niños de la jet set. Su atrevido temperamento obligó a su madre a vigilarla con más atención que a sus otros hermanos. Fue una adolescente complicada. Por eso, Isabel no la dejaba salir a las discotecas con sus amigas y sólo le permitía hacer meriendas en casa, provocando el enfado total de Tami. Pero el momento más dramático de su infancia, como ella misma relata, fue durante la mudanza a la mansión de Puerta de Hierro junto a tito Miguel. “Fue radical, porque también me cambiaron de colegio y yo me sentía muy triste, desubicada, me costaba hacer amigos y me preguntaba, ¿dónde están los playmobil de Julio y Enrique? Es verdad que la casa era mucho mejor, tenía dos piscinas y una pista de pádel, pero yo no estaba nada contenta”.
No obstante, Boyer siempre la ha tratado como si fuera una hija más. “De pequeña me regalaba muchos libros. Me encantaba que me hiciera tanto caso, y me lo leía todo por agradarle. Él siempre dice que le enternecía verme cargada de lecturas...”. También tito Miguel la paseaba a caballito por toda la casa y le contaba historias misteriosas del antiguo Egipto. Pero nunca completó ningún estudio universitario, aunque se fue con dieciséis años a Estados Unidos a realizar un curso en Comunicación en Chicago. Fue su primera salida del hogar familiar.
Los inicios de Tamara Falcó en el mundo de los negocios
Cuando regresó a España no tenía claro qué hacer con su vida, así que se matriculó en la Universidad aunque estuvo muy poco tiempo. Hizo un máster en el ISEM (ISEM Fashion Business School), una escuela de negocios especializada en empresas de moda dependiente de la Universidad de Navarra. Más tarde, gracias a las influencias de su madre, logró entrar por un periodo de prácticas en Inditex, el grupo textil que lideraba por aquel entonces el empresario Amancio Ortega. El multimillonario gallego la colocó como “dependienta” en las tiendas Bershka. Allí entabló una buena amistad con la tercera hija de Amancio Ortega, Marta, la que ahora ha tomado las riendas del holding.
Paralelamente, su padre, el marqués de Griñón, le ofreció trabajar con él en sus negocios vinícolas y en la gestión de sus fincas familiares a las afueras de Madrid, pero al principio, dado su carácter independiente, no quiso. Así que comenzó con un negocio de diseño de moda con otros dos socios que resultó todo un fiasco, a pesar del apoyo mediático de su madre. Tamara fundó la empresa Seconds Collection S.L. con un capital social de 3.000 euros. Lo hizo en abril de 2006, con 24 años de edad, situando su domicilio social en el barrio de La Latina de Madrid y creando su propia marca “The 2nd Skin Co”.
Esto le sirvió para introducirse de lleno en el mundo de la moda dándole buenos resultados, pues en poco tiempo la llamaron para incorporar su imagen a la firma inglesa Barbour. Era la primera vez que la contrataban como imagen de una marca comercial. Fue su punto de inflexión. Su nombre comenzó a sonar con fuerza en las agencias de publicidad y se convirtió en un valor en alza para las empresas. Empezó a colaborar con muchas de ellas a cambio de una buena remuneración, convirtiéndose en un activo para cualquier convocatoria social. Sus patronos la consideraban una mujer autoexigente, profesional y encantadora con la que era fácil trabajar.
Por entonces, Tamara comprendió la necesidad de constituir otra sociedad, ésta unipersonal, con la que gestionar todos sus ingresos publicitarios y los procedentes de sus exclusivas en las revistas, sobre todo con ¡Hola!, donde su madre ya la había introducido de lleno. Así creó en el verano de 2009 la empresa Falco Preysler S.L. Situó su sede social en el domicilio familiar de Puerta de Hierro, en la Avenida de Miraflores, figurando ella como administradora única y con un capital social mínimo de 3.000 euros.
También asumió la necesidad de contar con una o dos representantes artísticas que velaran por sus intereses y apariciones públicas en el colorín. Para ello, eligió a Susana Urribarri Mansberger, amiga de la familia e hija del ya fallecido presentador de Eurovisión en TVE José Luis Urribarri. Susana también ejercía como manager de su hermano Julio José al frente de Alfín Producciones, una empresa dedicada a la organización de eventos, comunicación y relaciones públicas.
Pero además, Tamara escogió a otra persona como representante de sus intereses, Luisa Mata Ruiz, una andaluza licenciada en filología francesa por la Universidad Complutense de Sevilla, que en su día fue encargada del departamento de Relaciones Publicas de la agencia de comunicación Equipo Singular y que hoy es directora de la empresa Be Up Managment S.A., situada en la madrileña calle de Claudio Coello, a escasos metros de la vivienda de Tamara, de la que además era amiga desde hacía varios años.
El "fracaso" del 'reality' 'We love Tamara'
De la mano de ambas, Tami consiguió convertirse en una celebrity y emular a su madre y a su hermana Chábeli al tener su propio programa en televisión. “Siempre he querido hacer televisión y, por supuesto, siempre he querido ser una gran estrella”, decía por entonces. Tras arduas negociaciones consiguieron que el canal Cosmopolitan TV decidiera llevar a la pequeña pantalla el día a día (“glamouroso y místico”) de la cuarta hija de Isabel.
Se trataba un personality show titulado 'We love Tamara', emitido en este canal de TDT a partir del día 12 de septiembre 2013. Isabel había dado su visto bueno e, incluso, colaboró en algún episodio. “Le dije a mami que íbamos a hacer un documental para sus nietos y la convencí”, afirmó Tamara en su presentación. Las grabaciones de los distintos episodios tuvieron exóticas localizaciones, como una aldea africana, una isla griega, la Semana de la Alta Costura de París o las propiedades del marques de Griñón, que también colaboró activamente en la nueva faceta televisiva de su hija.
Una aventura que fracasó estrepitosamente, como también le pasó en su día a Isabel Preysler en Tele 5 y a Chábeli Iglesias en Univisión. La gran apuesta de Cosmopolitan TV hizo aguas desde su inicio, no cumpliendo con las expectativas creadas y menos con la millonaria cifra invertida.
Y aunque la presencia publicitaria del programa en los medios informativos fue enorme, su emisión en pago no enganchó a nadie. Así, en su estreno sólo consiguió el apoyo de quince mil fieles y un 'share' del 0.08 por ciento, que bajó hasta el 0,02 por ciento y cinco mil espectadores en su tercer programa con una manifiesta tendencia a la baja en los diez programas editados. Estos paupérrimos datos hicieron que la dirección de Cosmopolitan TV cambiara de día el programa We love Tamara, pasando del jueves al domingo noche. Pero ni por esas. La historia de Tami pasó sin pena ni gloria por la televisión española. No así sus numerosos romances en el papel couché. Unos que ahora han culminado con su gran boda con Íñigo Onieva.
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