El 18 de agosto de hace 22 años, María Teresa Fernández Martín desaparecía en Motril, Granada. Tenía tan solo 18 años e iba a ver un concierto de Café Quijano con su novio. Nunca llegó al recinto. Después de 22 años, su familia sigue buscándola sin descanso. “Esto es una enfermedad y la única cura que tiene es que aparezca”, confesaban a los medios.

Motril tampoco olvida a María Teresa. Recientemente se inauguró una placa conmemorativa en la Fuente de la Esperanza, cerca del lugar donde desapareció la joven hace 22 años. Con motivo de este trágico aniversario, la Fundación QSDglobal —en colaboración con el diario Ideal y el Ayuntamiento de Motril— ha publicado el libro '22 años de ausencia. María Teresa Fernández Martín. Entre la espera y la esperanza’. En él, se recopilan fotografías de la joven, el seguimiento del caso y testimonios de sus padres, Antonio y Teresa, así como del inspector del cuerpo Nacional de Policía responsable del caso, Francisco Polo.

Debido a la publicación de este libro, se celebrará un acto de presentación el próximo día 18 de agosto a las 18.00 horas en el Salón de Actos de la Casa de la Palma, sede de la UNED de Motril.

La desaparición de María Teresa Fernández Martín

El último día que se María Teresa Fernández Martín fue el 18 de agosto del año 2000. Su padre la había acercado en coche a una céntrica parada de autobuses en la que la joven cogería el transporte para ir a ver un concierto de Café Quijano que era parte de la programación de las Fiestas Patronales de Motril.

Eran cerca de las diez de la noche. Su padre y unas amigas —que estaban montadas en un coche— fueron las últimas personas en verla con vida, allí de pie en la parada. Su novio, el último en recibir un mensaje suyo: “Puede que tarde, pero voy. Espérame”. Nunca llegó.

La familia denunció su desaparición antes de las 48 horas reglamentarias en la época, porque para ellos, no era normal que María Teresa se hubiera querido fugar. “Siempre había sido una niña muy responsable. Nunca se retrasaba. Una niña muy viva, muy alegre, cariñosa, besucona, confiada, muy… muy buena”, comentaban sus padres.

Cartel de la desaparición de María Teresa Fernández Martín.

Peinaron la zona, difundieron su imagen por todas partes —enviándosela a camioneros y pescadores­—, pero nada funcionó. Ni siquiera los incansables esfuerzos del inspector jefe de la Policía de Motril, Francisco Polo, que sigue intentando recabar cualquier pista relativa a la joven.

La familia se muestra agradecida al agente, por su “implicación” con el caso. “Recientemente se ha releído de nuevo el sumario. Habló con nuevas personas, se desplazó por varios sitios, pero de momento no le ha dado resultados”.

Tony King, la pista que fue descartada

A lo largo de la investigación por la desaparición de María Teresa Fernández Martín un nombre salió a colación: Tony King. Y es que el acusado por el asesinato de Rocío Wanninkhof y Sonia Carbantes efectuó ambos crímenes entre 1999 y 2003. La desaparición de María Teresa tuvo lugar en el año 2000.

Según informa El diario de Mallorca, King mandó una carta desde prisión acusando a su amigo Robert Graham. “Dile que le haré pagar por lo que le hizo a la chica de Motril”, escribía. Aunque al principio se le dio credibilidad, finalmente la implicación de King y Graham fue descartada.

A lo largo del caso Wanninkhof, los británicos dieron declaraciones contradictorias sobre la muerte de las chicas. Sin embargo, todo parecía indicar que Tony King fue el culpable de la muerte de ambas.

Tony King el día de su detención.

King tenía antecedentes en Reino Unido. Las autoridades del país alertaron que era conocido como “el estrangulador de Holloway”, un depredador sexual que asaltaba a mujeres y que las dejaba inconscientes tras estrangularlas. Llegó a ser condenado a diez años de prisión por varias agresiones sexuales en Londres, de los cuales cumplió solo cinco. Al salir de la cárcel, se mudó a Málaga con su mujer Cecilia.

Aunque el ADN del británico apareció en el lugar del crimen tanto de Rocío como de Sonia, en el caso de María Teresa no hay nada probado. La joven de 18 años desapareció sin dejar rastro, por lo que hay pocas certezas y muchas dudas.

Su familia solo quiere encontrarla. “Ya vamos para mayores y no quisiéramos morirnos sin saber qué ha pasado con nuestra hija. Que nos digan una respuesta, que la encontrásemos fuera como fuera”, piden.

Cualquier pequeño detalle es vital para poder encontrarla, pero como afirman las autoridades, cada vez “es más complicado que alguien se acuerde del pequeño detalle que falta”. El tiempo va en contra, pero no les falta la esperanza.