Un mes después de que el Juzgado de Instrucción número 2 de Tuy, en Pontevedra, citara a declarar a los primeros testigos tras acordar la reapertura de la causa sobre la desaparición y muerte de Déborah Fernández, las diligencias continúan con el interrogatorio de otras seis personas este próximo jueves.

Han pasado casi 18 años desde el secuestro y asesinato de Déborah y por vez primea algunas de estas declaraciones tienen lugar en sede judicial, ya que tras años de investigación el caso se cerró sin poder imputar a nadie.

La hermana y la madre de Déborah llegando a los juzgados de Tuy.

El 7 de enero la familia de Déborah emitió un comunicado público donde espera que la investigación finalice con imputaciones de la persona o personas responsables. "Aún cuando la causa no está declarada secreta, entendemos que se debe ser cauteloso con cuanta instrucción o investigación se lleve a cabo a fin de no entorpecerla", afirman.

La familia se muestra satisfecha con que se mantenga en marcha la maquinaria judicial y esperanzada con que la verdad pueda salir a la luz. Esta nueva fase de testificales se llevarán a cabo el próximo 9 de enero, con lo que el número de personas citadas ya por el Juzgado de Tuy se eleva a un total de 16. La mayoría de testigos ya fue interrogada en su momento por la Policía, que a lo largo de una larga instrucción llegó a hablar con cerca de 200 personas.

Por su parte, el equipo especializado de la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV) de Madrid, desplazado a Vigo a principios de 2019 para retomar la investigación después de que la familia obtuviera nuevas pistas, continúa con las pesquisas, bajo la dirección del Juzgado de Tuy y la Fiscalía, aunque por el momento ninguno de los interrogados lo ha sido en calidad de investigados.

Los testimonios recabados tratan de momento de reconstruir las últimas horas de vida de Déborah, su recorrido desde que se la ve por última vez tras salir a correr por la playa de Samil. Junto a estos testimonios las testificales se encuentran las nuevas pruebas de ADN, la ampliación de los análisis de los restos hallados en el cuerpo de la víctima y que fueron solicitadas cuando por el propio Juzgado cuando acordó reaperturar la causa y cuyos resultados no han trascendido.

La autoridad judicial ha examinado el último atestado policial realizado en 2010 para iniciar una nueva andadura. La hipótesis planteada por los investigadores sobre la creación de un escenario ficticio para tratar de confundir a la Policía, incluyendo restos de semen puestos a propósito en el cuerpo de la joven. Pero hasta el momento los análisis de ADN no han arrojado coincidencia alguna.

Justicia para Deborah

El caso se logró reabrir gracias a la persistencia de la familia de Déborah que con el lema "Justicia para Déborah" han batallado durante estos años. El 30 de abril de 2002 era un día normal para Déborah Fernández, fue a clase de Diseño Gráfico, pero salió antes porque se sentía mal. Déborah, viguesa de 22 años, se fue desde clase a su casa en la avenida Atlántida de Alcabre y a mediodía acudió a la peluquería. Después de comer, por la tarde, salió a correr por la playa de Samil, se encontró con su prima e hicieron juntas parte del recorrido, a la altura del puente de Langares se despidió de ella, le dijo que no iba a salir aquella noche, que iba a alquilar "Amelie" en el videoclub.

A las nueve menos cuarto de la noche fue vista por última vez en la zona de Alcabre, cuando un conocido se cruzó con ella, a 500 metros de su casa. Diez días más tarde, el 10 de mayo, una vecina, Adelaida, que paseaba a su perro por O Rosal, encontró su cuerpo, a más de 40 kilómetros de Vigo. La joven estaba a tres metros del arcén de la carretera, desnuda y medio tapada con ramas de acacia, acostada de lado, con piernas y brazos flexionados. Depositaron el cuerpo con cuidado, con mimo, porque no había señales de arrastre del cadáver sobre el suelo.

Rosa Fernández, hermana de Déborah, lleva 18 años pidiendo justicia.

La autopsia desveló que la joven había muerto entre seis y nueve días antes, incluso el mismo día de su desaparición. Cuando murió estaba vestida y así estuvo al menos durante doce horas después de su muerte. Luego desnudaron su cuerpo y lo lavaron. Los informes también arrojaron que Déborah permaneció en un lugar frío y oscuro, quizás una cámara frigorífica o un sótano, hasta que fue depositada en la cuneta por su presunto asesino o un cómplice.

El cuerpo no tenía signos de violencia ni de agresión sexual. La hipótesis más fiable fue la muerte por sofocación con un objeto blando, que no habría dejado signos violentos. Junto al cadáver se dejaron pistas falsas, como un preservativo usado, un pañuelo de papel y un cordón verde bajo el cuerpo. También se hallaron restos de semen y ADN, que parecían pruebas fiables para encontrar al autor. Durante años los investigadores siguieron estas pistas que luego resultaron ser falsas, se hicieron cientos de pruebas, entre ellos al principal sospechoso. Pero no se consiguieron resultados positivos.

Los investigadores finalmente descubrieron que la escena era ficticia, un escenario montado para hacer creer en el móvil sexual. El autor incluso introdujo semen artificialmente en la vagina de la joven, ya muerta. Los forenses determinaron que esa es la única explicación a que se conservara ese fluido diez días después del fallecimiento. Hasta cinco grupos policiales de trabajo pasaron por el caso.

Ahora, casi 18 años después, nuevos testimonios y nuevas pruebas han dado esperanzas a la familia. Rosa Fernández, hermana de Déborah, explica que "hemos dado toda la información recabada durante años a la Policía, que podrá llegar más lejos de lo que llegamos nosotros. Ahora hay un taxista que dice haber visto a mi hermana subir a un coche, pero después resulta que no recuerda nada".

Entierro de Déborah en el año 2002.

De momento, la Policía ya interrogó a este testigo y otros que "vieron a mi hermana 15 minutos más tarde que la declaración del último testigo a siete u ocho kilómetros del último lugar con gente que la identificó perfectamente". Otro testigo vio a Déborah en actitud de espera, caminando por el mismo sitio. La Policía buscó en su entorno más cercano y apuntó siempre en la misma dirección, pero no pudieron probar absolutamente nada. Una nueva prueba científica puede terminar de demostrar la culpabilidad de alguien de quien se sospecha todavía.

Ocho años después del asesinato, el inspector Luis Muñoz, que trabajó a las órdenes del comisario Ángel Galán, se hizo cargo del caso y se empeñó en su resolución. Apuntó cuatro hipótesis en un informe conocido como Operación Arcano y fechado en 2010, quedando la última como más evidente. Déborah habría coincidido aquel día con alguien muy cercano. La Policía sospecha que el autor se construyó una rápida coartada apareciendo en lugares públicos, para que no lo relacionasen con la chica y se las ingenió para dejar rastros falsos que, como finalmente ocurrió, entorpeciesen las pesquisas e hiciesen perder el tiempo a la Policía. Este sospechoso llegó incluso a ser interrogado en comisaría.

El comisario jubilado Ángel Galán tomó personalmente declaración a este hombre, que negó haber hablado por teléfono con la chica ese día, pero las investigaciones sí demostraron que lo había hecho al mediodía de ese mismo día cuando ella estaba en la peluquería y que en su recorrido habitual en coche pasaba por el lugar donde se vio a Déborah por última vez. Sin embargo, mantuvo que aquel día, precisamente, había tomado otro camino diferente. Pese a toda la investigación no se pudo acusar del crimen a nadie. Ahora la nueva jueza instructora deberá decidir si los testimonios dan pie a imputar a alguien.