El anuncio de OPA del BBVA sobre las acciones que no controla en su filial turca Garanti evidencia el poder que está cogiendo en el segundo banco español su número dos, el consejero delegado otomano Onur Genç.

El presidente de la compañía, Carlos Torres, decidía aparcar una posible 'fusión' con el Sabadell para apostar por una operación económica de similar tamaño que podría llevar al BBVA a hacerse con el 100% del Garanti a cambio de algo más de 2.200 millones de euros.

La apuesta por desplegarse en la inestable Turquía ha provocado el pavor en los inversores, que han propinado una cornada de aúpa al BBVA. El banco español sufrió una depreciación de 5.000 millones en apenas una semana, en parte por el recelo del BCE a una apuesta con la que van a invertir parte del alrededor de 10.000 millones que consiguieron hace un año por la venta de su filial estadounidense.

El BBVA se ha puesto manos a la obra para intentar que los inversores no sigan marchándose y para ello está impulsando una macrocampaña mediática que podrán leer y escuchar en los periódicos y las emisoras de radio que quizás no se recreen con la llamativa inversión turca. 

Es cierto que la coz bursátil se ha tomado con calma en el BBVA, que disfruta de un año a velocidad de crucero tras haber presentado unos extraordinarios números con 3.100 millones de beneficio durante los tres primeros trimestres de un 2021 'dopado' en muchas compañías (que se limpiaron internamente en 2020 con la excusa de la covid).

La pasión turca

La salida de la presidencia del BBVA a cuenta del caso Villarejo de Francisco González (FG), ahora juzgado por administración desleal, provocó una inestabilidad interna que Carlos Torres no está sabiendo encauzar.

Y es que el directivo español teme que Manuel García-Castellón lo impute por las cloacas villarejiles, hecho que le apartaría de la presidencia, o que sea desalojado por su número dos, Onur Genç.

Cabe recordar que Genç se convirtió en CEO del BBVA tras la salida de FG. La intención del banco con su nombramiento era lanzar un guiño a Turquía, que libraba varias batallas políticas y económicas de la mano de su controvertido presidente Recep Tayyip Erdongan.

Y es que el BBVA tiene intereses en el país otomano desde que en 2011 entró en el accionario del segundo banco, el Garanti, del que se convirtió en principal accionista en 2017. Genç, que había vicepresidido durante cinco años esta entidad, ascendía al número dos del banco español.

     Onur Genç. 

Al cargo accedió respaldado por una campaña mediática favorable en la que se destacaba su fama de 'cerebrito' (fue número uno de su promoción al licenciarse en Ingeniería), y su trabajo en la poderosísima consultora estadounidense (y por lo tanto occidental) McKinsey & Company.

Luces y sombras de Turquía

El BBVA intenta eliminar los fantasmas que sobrevuelan Turquía y repite de forma machacona que el país tiene buenas perspectivas macroeconómicas, en términos de tamaño, crecimiento, población joven y tejido industrial.

La entidad española estima que el PIB de Turquía tiene un crecimiento potencial de un 3,5% por año. Y asegura que es un socio comercial relevante para Europa: un 56% de las exportaciones turcas en 2020 tuvieron como destino el viejo continente.

Y aseguran que la inversión es a largo plazo porque el margen para crecer en el negocio bancario en el país otomano es muy elevado: el endeudamiento de las familias supone un 17% del PIB, frente a un 69% de la media de la Unión Europea.

Eso sí, el Banco de España (espantado por la operación porque prefería el rescate del Sabadell) recordó en un informe publicado en septiembre que "Turquía se enfrenta a una serie de retos, entre los que destacan la elevada inflación, las bajas reservas de divisas, la creciente dolarización de los depósitos, las elevadas necesidades de financiación exterior y el significativo endeudamiento en divisas de las empresas no financieras con los bancos turcos".

Lo que querían decir es que Turquía está en manos de Erdogan, que ha cesado a tres gobernadores del Banco Central en la última década, está depreciando la lira (que ha perdido el 80% del valor en los últimos diez años) y 'está conduciendo en dirección contraria' al bajar tipos (receta para tiempos estables) en plena ola inflacionaria.

Y la lógica dice que hay que subir tipos para reducir el crédito, promoviendo así una política monetaria restrictiva en vez de expansiva. Pero esta no es la lógica de Erdogan.